El grafópata de Gonzalo Lizardo
Nunca la literatura (y menos la narrativa) será un acto solitario sino colectivo: un gesto social. Escribir sólo para uno mismo es onanista; escribir para la multitud es demagógico; escribir para la posteridad es una megalomanía cercana a la necrofilia. Lo ideal sería escribir para los pares: Para aquellos lectores (pasados, presente o futuros) con los que uno pudiera tomarse un café, conversar largas horas, cultivar la amistad y la polémica
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