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Tienes que mirar de Anna Starobinets
Que esto se me puede y se me debe recordar, porque nuestro Minitejón merece ser recordado. Entonces Sasha pregunta: - Mamá, ¿te dolió? Le digo que no. Físicamente casi no dolió. Pero me dolió el alma. |
Calificación promedio: 5 (sobre 87 calificaciones)
/𝐀𝐧𝐧𝐚 𝐒𝐭𝐚𝐫𝐨𝐛𝐢𝐧𝐞𝐭𝐬, joven escritora más conocida por sus obras de ciencia ficción pero que con su mas reciente novela/memoir 𝐓𝐈𝐄𝐍𝐄𝐒 𝐐𝐔𝐄 𝐌𝐈𝐑𝐀𝐑 ha recibido numerosos elogios y premios, entre ellos "El libro del año" otorgado por el Gremio de Librerías de Madrid en la categoría Ensayo. En ella Starobinets recuenta la tortuosa experiencia ante un embarazo problemático en el que le comunican que el hijo que espera no vivirá. El paso por las instituciones sanitarias de su país, su posterior ida a Alemania y el duelo por el hijo perdido conforman un duro testimonio del trauma, de un sistema que la aliena, del dolor y del silencio impuesto por la sociedad.
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Tienes que mirar de Anna Starobinets
Que esto se me puede y se me debe recordar, porque nuestro Minitejón merece ser recordado. Entonces Sasha pregunta: - Mamá, ¿te dolió? Le digo que no. Físicamente casi no dolió. Pero me dolió el alma. |
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Tienes que mirar de Anna Starobinets
Creer en los milagros es natural. Rezar es natural. Lo que es antinatural es cuando la oración y la medicina, el diagnóstico y la fe, intercambian sus posiciones.
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Tienes que mirar de Anna Starobinets
“No se puede recuperar lo perdido. Aquellos que han perdido su apariencia humana no pueden convertirse de nuevo en personas. Pero el sistema se puede corregir y esa es mi esperanza. Por eso indico los nombres reales de instituciones y personas. Por eso escribo la verdad”.
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Al día siguiente recibiré otra pastilla para inhibir la lactancia. Con ella desaparecerá la leche. Pero no la tristeza.
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No hay estadísticas precisas, pero muchos matrimonios rusos se vienen abajo después de la interrupción de un embarazo avanzado. Y yo sé por qué. Porque los maridos se quedan para siempre en la etapa de «solo un embrión» y «embarazo fallido». Porque no se les permite entrar a la clínica ginecológica local. Ni al hospital. Ni estar en el parto. Ni mirar al niño. Al niño muerto. No al embrión.
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No se debe permitir que los hombres se acerquen a las instituciones para mujeres, a las enfermedades y a los problemas de las mujeres. Eso piensa el que escribió las reglas. Eso piensan las propias mujeres que guardan cola. Eso es lo que piensa el médico en la consulta. Eso es lo que piensa mi madre. Cuando se enteró de que quería que Sasha estuviera conmigo en el parto inducido, se horrorizó.
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En sus páginas web, las «futuras mamis» declaran que los dolores del parto no son nada en comparación con la felicidad que se siente cuando finalmente ves a tu «nene». Yo no veré a mi nene. No quiero verlo. No quiero que esa criatura fea, mal formada, inocente y mortificada se me aparezca más tarde en interminables pesadillas.
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Pasados otros diez minutos alcanzo a comprender que el niño y yo ya no somos un todo. Yo vivo y él ha muerto. Es él, y no yo, quien no respira y no siente su piel… Es él quien yace solo ahora, en el frío, con la cara tapada. Nadie lo conoce. Nadie lo necesita. Nadie lo ha abrazado.
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No se puede recuperar lo perdido. Aquellos que han perdido su apariencia humana no pueden convertirse de nuevo en personas. Pero el sistema se puede corregir y esa es mi esperanza. Por eso indico los nombres reales de personas e instituciones. Por eso escribo la verdad.
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¿En qué año se publicó?