Un testimonio valiente, veraz, sencillamente directo, terriblemente perpetuo. Cuando pones todo tu empeño en crear una nueva vida y un aplastante diagnóstico te indica que esa espera no ocurrirá como tenías planeado, la realidad te da un golpe de efecto para mostrarte que acabas de entrar en el duro y estrecho camino del infierno. Te niegas a creerlo porque sabes que hay algún error, no puede ser verdad, no puede pasarte a ti. Es ahí cuando compruebas en tu propia piel que tu negativa es devuelta con el desprecio más deshumanizante de quienes te informan. Te enfrentas con toda la burocracia y procedimientos sinsentido que no hacen sino aplastar tu ilusión, tu esperanza. Buscas otra respuesta, otro diagnóstico . Las formas cambian, pero el resultado te sigue ahogando. Comienzas a sentir ese dolor que te oprime, te asfixia, te bloquea y te inunda de inseguridad y de miedo. Y cuando crees que todo ha acabado es cuando percibes que ese dolor que creías fugaz, se ha adherido a ti para recordarte que no se irá nunca, se acomodará y vivirá contigo siempre, como un huésped, un parásito que se alimenta de tu paz para que no olvides nunca lo que pasó. Y sólo cuando descubres que su recuerdo te acompañará siempre, que ese dolor no se irá, aceptas que has aprendido a vivir con tu pérdida y ya no lo niegas, te atreves a mirar, sin esconder lo que sientes. "Míralo, no finjas que no ha pasado nada, no finjas que no hay nada ni nadie de quien hablar, y mira el problema, si no lo admites, las cosas irán aún peor" + Leer más |