Las manos pequeñas: 735 de Andrés Barba
La vergüenza era elástica, algo que se extendía, como el sonido marítimo de la carretera bajo las ruedas del coche.
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Las manos pequeñas: 735 de Andrés Barba
La vergüenza era elástica, algo que se extendía, como el sonido marítimo de la carretera bajo las ruedas del coche.
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Las manos pequeñas: 735 de Andrés Barba
No conocimos la tristeza hasta que conocimos la comparación.
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Las manos pequeñas: 735 de Andrés Barba
Ese fue su primer triunfo; ya no éramos iguales. Nosotras que habíamos sido domesticadas, que no distinguíamos nuestros cuerpos los unos de los otros, que deseábamos lo mismo, ya no éramos iguales. Había allí manos que no conocíamos de pronto, nos volvimos extrañas. De un segundo a otro algo se había partido: la confianza.
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Las manos pequeñas: 735 de Andrés Barba
Sus ojos se hacían más pequeños al pensar; era como si se recluyera en ese hueco, y se alimentara allí de pensamientos. Luego al levantarse se dirigía tanteando las cosas, pesada, pero como si estuviera a punto de dar un tropezón y volar.
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República luminosa de Andrés Barba
Sabemos como es el amor infantil. Pero sobre su odio nuestras ideas son elementales, y a menudo equívocas.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Piensa que tal vez algunos de esos juegos o restos de juegos están ahora en la formulación de cada uno de esos gestos que el niño repite, como la piedra diminuta está contenida en la cordillera de la que fue parte, o la frase condensada de un verso, en el magma de todas las posibilidades de la lengua y los sentimientos que puede enunciar.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
No siente amor ni desamor. No siente nada. Es como si hubiese disparado al aire sin mirar y un segundo después hubiese visto un cóndor a sus pies. Luego, cuando se sostienen la mirada, les cubre una ola. Piensa que los hombres como él se pasan la vida huyendo de esas situaciones, por eso siempre las afrontan mal, y que las mujeres como ella se pasan la vida esperándolas, por eso siempre tienen la sensación de que ya han sucedido.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Pero, ¿qué es una convicción? No es más que un pensamiento que se detiene.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Allí vivió alguien infeliz, ¿por qué? Porque el parqué no está quemado bajo la ventana del salón, señal de que nadie abrió esa cortina. Allí vivió alguien dichoso, ¿por qué? Porque se cocinó primorosamente en ese horno gastado. Puede que se equivoque, no importa demasiado. Lo importante es que, incapaz como es para tocar a las personas en su vida real, las toca en esos estadios intermedios; en los restos de un olor, en las paredes donde se dejó los ojos un opositor, en el baño en que lloró la adolescente, en la sombra en que se apoyó una cabeza al dormir durante años.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Piensa en las casas de un modo superior al de las personas que las habitan. Al fin y al cabo, no es tanto una cuestión de existir, como como de perseverar en la existencia. Las casas -le gusta añadir a veces- deben de reírse de la ilusión de que sus dueños las poseen. Nada se lo recuerda tanto como el hecho de estar ahí en esos momentos en que han quedado vacías, cuando los inquilinos acaban de marcharse pero su vida reverbera todavía y las sombras aún muestran dónde colgaban los cuadros o reposaban los muebles, qué lado estaba más transitado en el pasillo, qué azulejo del baño se caía a perpetuidad. Le bastaba asomarse al dormitorio para saber qué lado de la cama recibía siempre el sol al amanecer, entrar en una casa para percibir algo ofuscado en ese recibidor que, sin embargo, es necesario cruzar para entrar en la cocina.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Donde para la mayoría de la gente no hay más que cemento o ladrillo, para ella hay cuerpos, caracteres, una carne íntima y moldeable. Y sin embargo, a diferencia de las casas, las personas que viven en ellas le parecen casi siempre irreales, sus sentimientos y rostros, inaccesibles. Tal vez, ha llegado a pensar, las casas son solo un pretexto, un puente para tocar aquello que no puede tocar en las personas.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Y sin embargo no es siniestro, aunque podría serlo, como un muñeco demasiado realista no es siniestro cuando se lo confunde con lo que parece pero sí cuando se descubre lo que es.
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República luminosa de Andrés Barba
Puede que los muertos nos traicionen al abandonarnos, pero nosotros también los traicionamos para vivir
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Es como tirar de un hilo y comprobar en el otro extremo el aleteo de algo que se resiste. También como descubrir un sentimiento: la forma en que perfora el cerebro y adquiere inercia contra la propia voluntad, la energía con que se apodera de los músculos y se vuelve humillante, pero también un destino.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Un niño la ha sacado de la vida. Un niño la ha devuelto a ella.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Solo los vivos tienen la posibilidad de ser incoherentes, piensa ella, la muerte condena a la incoherencia.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Es como si en los afectos, igual que en los cuerpos, hubiera distintas etapas de movilidad y no se pudiera llegar a una sin haber cruzado la anterior.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Solo los vivos tienen la posibilidad de ser incoherentes, piensa ella, la muerte condena a la coherencia.
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El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Siempre, en todo, hasta en la confesión más salvaje, queda algo por decir.
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Es un retelling de...