El último día de la vida anterior de Andrés Barba
Piensa en las casas de un modo superior al de las personas que las habitan. Al fin y al cabo, no es tanto una cuestión de existir, como como de perseverar en la existencia. Las casas -le gusta añadir a veces- deben de reírse de la ilusión de que sus dueños las poseen. Nada se lo recuerda tanto como el hecho de estar ahí en esos momentos en que han quedado vacías, cuando los inquilinos acaban de marcharse pero su vida reverbera todavía y las sombras aún muestran dónde colgaban los cuadros o reposaban los muebles, qué lado estaba más transitado en el pasillo, qué azulejo del baño se caía a perpetuidad. Le bastaba asomarse al dormitorio para saber qué lado de la cama recibía siempre el sol al amanecer, entrar en una casa para percibir algo ofuscado en ese recibidor que, sin embargo, es necesario cruzar para entrar en la cocina.
|