Las manos pequeñas: 735

Marina tiene siete años y acaba de perder a sus padres. Se encierra en sí misma para superar la pérdida.

“Sus ojos se hacían más pequeños al pensar; era como si se recluyera en ese hueco, y se alimentara allí de pensamientos. Luego al levantarse se dirigía tanteando las cosas, pesada, pero como si estuviera a punto de dar un tropezón y volar”.

En el delicado equilibrio de su nuevo hogar, el orfanato, las otras internas son un grupo cohesionado y su llegada lo cambia todo.

“Ese fue su primer triunfo; ya no éramos iguales. Nosotras que habíamos sido domesticadas, que no distinguíamos nuestros cuerpos los unos de los otros, que deseábamos lo mismo, ya no éramos iguales. Había allí manos que no conocíamos de pronto, nos volvimos extrañas. de un segundo a otro algo se había partido: la confianza.

“No conocimos la tristeza hasta que conocimos la comparación”.

Se inician entonces unas dinámicas muy perturbadoras, en esa difícil etapa de la infancia en la que aún no están claras las líneas entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo no correcto, entre lo aceptable y lo que sobrepasa todas las líneas. Hasta que los juegos dejan de ser juegos y ocurre lo impensable.

La narrativa de Barba es como siempre, deliciosa, aún tratando un tema tan duro y difícil como este, que os deja pensando en lo importante que es la atención a los sentimientos y su desarrollo a lo largo de la infancia.

“La vergüenza era elástica, algo que se extendía, como el sonido marítimo de la carretera bajo las ruedas del coche”.

Técnicamente es muy especial también, pues el narrador varía y la historia se nos cuenta unas veces en tercera persona equisciente desde el punto de vista de Marina y otras en primera persona del plural desde el punto de vista de las niñas del orfanato.

Me ha encantado. No podéis perdérosla.