Club de lectura para alérgicas al muérdago de Andrea Izquierdo Fernández
La familia también es la que se encuentra a lo largo del camino. Aunque las cosas hayan cambiado y hay gente que ya no esté aquí.
|
Club de lectura para alérgicas al muérdago de Andrea Izquierdo Fernández
La familia también es la que se encuentra a lo largo del camino. Aunque las cosas hayan cambiado y hay gente que ya no esté aquí.
|
Club de lectura para alérgicas al muérdago de Andrea Izquierdo Fernández
Todos tenemos alguna historia que nos hace odiar el amor, pero también, en el fondo, creer un poquito en él.
|
Club de lectura para alérgicas al muérdago de Andrea Izquierdo Fernández
Eso es lo que quiero que sea el club a partir de ahora: un refugio para forjar vínculos y pasar buenos ratos, incluso si los integrantes venimos de lugares diferentes.
|
Verano en Barcelona: 89 de Andrea Izquierdo Fernández
Es que, al final, el verdadero error no es equivocarme ahora, sino terminar arrepintiéndose de todo lo que no se ha hecho.
|
Verano en Barcelona: 89 de Andrea Izquierdo Fernández
Por que huir, a veces, es la única manera de encontrarse a uno mismo. Por que huir no siempre significa dar un paso atrás, sino que a veces puede ser avanzar hacia delante. Sin frenos ni seguros.
|
Verano en Barcelona: 89 de Andrea Izquierdo Fernández
Para mi es lo equivalente a teletransportarme. Cuando estoy ahí, sumido en mi música, siento que todas las cosas pierden importancia. Y, a pesar de que desconecto, me siento más presente en el mundo que nunca.
|
Verano en Barcelona: 89 de Andrea Izquierdo Fernández
Cuando alguno trataba de aferrarse al otro, era como quien intenta atraoas el agua entre las manos: gotea poco a poco hasta que al final sólo quedan los restos.
|
Helen Parker. El dragón dorado de Andrea Izquierdo Fernández
Desde pequeño, siempre le habían gustado los lugares tenebrosos. Quizá aquella fascinación iba incluida en su nombre, ese que tantas risas había suscitado cuando era niño.
|
Mi otra mitad de Andrea Izquierdo Fernández
"Me encontraba en un eterno laberinto, donde la única salida era la respuesta a la pregunta: ¿puede volver a amar una persona que ha perdido el corazón?"
|
Invierno en Las Vegas de Andrea Izquierdo Fernández
Es curioso lo rápido que puede cambiar la vida que hasta entonces habías asumido como algo tuyo, natural.
|
Invierno en Las Vegas de Andrea Izquierdo Fernández
Supongo que nos concentramos tanto en nuestro temor a la muerte que acabamos subestimando la vida. Nadie se acuerda de ella hasta que sentimos cómo se desliza entre nuestros dedos como una corriente incontrolable de agua. En este mundo importa tanto el presente que olvidamos que nuestra meta es desaparecer. Para algunos de forma progresiva: para otros, súbita.
|
Otoño en Londres de Andrea Izquierdo Fernández
Es de esas personas que, más que dificultarte conocerlas, parecen no conocerse a si mismas.
|
Invierno en Las Vegas de Andrea Izquierdo Fernández
Que nos hayamos separado no significa que te haya olvidado.
|
Primavera en Tokio de Andrea Izquierdo Fernández
Algunas personas entran en tu vida con tanta fuerza que parece que ya nunca vayan a salir ella. Quizá por eso duele tanto cuando lo hacen.
|
Mi otra mitad de Andrea Izquierdo Fernández
Siempre serás mi otra mitad, aunque tú ya no estés aquí conmigo.
|
Mi otra mitad de Andrea Izquierdo Fernández
¿Puede volver a amar una persona que ha perdido el corazón?
|
|
Invierno en Las Vegas de Andrea Izquierdo Fernández
Supongo que nos concentramos tanto en nuestro temor a la muerte que acabamos subestimado la vida. Nadie se acuerda de ella hasta que sentimos cómo se desliza entre nuestros dedos como una corriente incontrolable de agua. En este mundo importa tanto el presente que olvidamos que nuestra meta es desaparecer. Para algunos, de forma progresiva; para otros, súbita.
|
Mi otra mitad de Andrea Izquierdo Fernández
Cuando llegó mi turno y me tocó hablar, me quedé completamente muda, sin saber qué decir. Miré a mi alrededor, pensando si realmente yo estaba allí o si todo aquello no era más que un sueño. En los últimos meses me había dejado llevar por lo que mi mente quería mostrarme cada vez que me quedaba dormida, así que no me habría sorprendido que simplemente estuviera soñando. Sin embargo, no era así. En esta ocasión me estaba enfrentando a algo que no era fruto de mi imaginación. No sonaría el despertador para salvarme de una mala pasada. No me daría la vuelta en la cama, intentando conciliar de nuevo el sueño, aun a sabiendas de que la pesadilla podía continuar. No pospondría la alarma. Porque se podía ignorar un sueño, pero no la vida real. |
|
La edad de la inocencia