La mala costumbre de Alana S. Portero
Ajena a las monumentalidades, toda la reputación madrileña, toda su belleza, recaía en sus habitantes, que en aquellos años ya votaban mal pero seguían acogiendo bien.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Ajena a las monumentalidades, toda la reputación madrileña, toda su belleza, recaía en sus habitantes, que en aquellos años ya votaban mal pero seguían acogiendo bien.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
solía comprar bocadillos o sándwiches en los bazares o en bares en los que la conocían para dárselos a las putas más jóvenes, chicas de Europa del Este a las que sus chulos las tenían toda la noche alimentadas con un par de bolsas de Doritos, gusanitos o algún otro aperitivo a veinticinco pesetas.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Sí te digo que el mundo es bien cabrón, pero bien cabrón, y que está lleno de comemierdas deseando bajarte la alegría a golpes, eso ya lo sabes, pero hay cosas que están en tu mano.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Nos cazó una patrulla de la Guardia Civil metiéndonos mano en una cuneta de la sierra de Mijas y Celestino les convenció de que me estaba dando un masaje para el asma.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Se comunicaba con Jay practicando la milenaria costumbre española de intentar hacer entender el castellano a los extranjeros hablándolo a voces y despacio.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Mi madre lo dijo con cierto orgullo, sin querer seguía haciendo gremio con Margarita durante la conversación y habló como siempre hablaba de su propia capacidad para trabajar, dejando claro que nada se le ponía por delante. «Si hay que fregar de rodillas, se friega, si hay que frotar como una hija de puta, se frota, pero las cosas hay que hacerlas bien.» Esto se lo escuché decir en una conversación tiempo atrás y nunca se me olvidó. Podría ser su epitafio
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Aprendí que a las mujeres que viven a su manera, que envejecen a su manera y que llevan la vida marcada en la cara, bien visible, se las suele cubrir con el manto del patetismo y de la burla porque se las teme.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Los remordimientos y la contención llegan con la decrepitud, como el egoísmo, cuando se habita el reverso de la vida y se entiende que casi nada feo existe que no nos termine por alcanzar.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Los obreros nunca fueron vistos por el franquismo de otra forma que como bestias de carga que estabular en la periferia. Ese abandono generó una conciencia de clase en el barrio que las autoridades de la Transición democrática decidieron atajar a finales de los setenta y durante toda la década de los ochenta con jeringazos de heroína casi regalados.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
… aquellos basurales, aquellas nadas, eran los patios de recreo de los niños del barrio y sus propios morideros cuando se hacían lo suficientemente mayores para meterse caballo.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
En pantalla decían que Madrid era una ciudad en la que los chicos maquillados bailaban hasta el amanecer; en San Blas, el fragmento de Madrid que me correspondía, los adultos discutían con toda normalidad si era peor tener un hijo drogadicto o maricón.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Que la violencia machista se dispensa con independencia de lo que hagamos o dejemos de hacer las mujeres era algo que todavía no había aprendido.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
La conciencia de que necesitas un armario para esconderte te hace listísima en lo tocante al juego de la verdad y la mentira, de lo que dejas ver y de lo que no.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Los remordimientos y la contención llegan con la decrepitud, como el egoísmo, cuando se habita el reverso de la vida y se entiende que casi nada feo existe que no nos termine por alcanzar.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Ser hombre, ser mujer, no ser ninguna de las dos cosas es algo que no puede experimentarse ni construirse a solas.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
La casa no estaba del todo limpia pero solo acumulaba polvo, que es el aliento del tiempo depositándose sobre nuestras cosas para que recordemos que sigue corriendo.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Dios casi nunca está cuando se le espera porque es oscuridad, tuvo que crear la luz voceando en el abismo para poder ver algo más que a sí mismo y su tiniebla.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Los hombres no se hacían hombres, se instruían en la masculinidad, e incluso entre los más buenos, pobre del que fallase en la práctica de la misma.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
La droga fue la última forma de ejecución sumarísima de disidentes de un régimen que había encontrado la forma de perpetuarse.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Escuchar a los adultos hablar de las personas diferentes dejaba marcas que no se borraban nunca.
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¿En qué año se publicó?