Ondina de Motte-Fouqué barón de la
Por eso puedo llorar, aunque no puedas adivinar qué significan estas lágrimas. También ellas son una bendición, como todo es una bendición, para aquel en el que mora un alma fiel.
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Por eso puedo llorar, aunque no puedas adivinar qué significan estas lágrimas. También ellas son una bendición, como todo es una bendición, para aquel en el que mora un alma fiel.
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Más de un pecador ha logrado atisbar a una de esas criaturas acuáticas cuando salía de las aguas y cantaba, luego habló de su belleza, y esas maravillosas mujeres son llamadas Ondinas por los hombres.
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Pregunté a mi vecino y me enteré de que esa encantadora doncella se llamaba Bertalda y que era la hija adoptiva de uno de los poderosos duques que vivían en esa comarca.
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¿Así que sigues teniendo relaciones con ellos? ¡Quédate entonces con ellos, en el nombre de todas las brujas, con todos tus regalos y déjanos en paz a nosotros, los seres humanos, impostora!
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Esto viene de juntarse lo que es diferente, de que un hombre y una sirena hayan concertado una extraña unión.
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El hombre alto y blanco, en el que Huldbrand reconocía al tío Kuhleborn, y Bertalda al espectral cuidador de la fuente, se les aparecía a menudo con actitud amenazadora, en especial ante Bertalda, de modo que ella ya había caído varias veces enferma del susto, en incluso había pensado en abandonar el castillo.
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El que escribe estas líneas sabe que todo esto se podría escribir con detalle, tal vez debería hacerlo así. Pero el corazón le duele demasiado, él ha experimentado cosas similares, e incluso en el recuerdo se asusta de sus sombras.
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Sus padres adoptivos, los duques, habían llegado para recogerla, pero Bertalda los convenció para que se quedaran con ella hasta que se tuviese una noticia cierta de la vida o de la muerte de Huldbrand.
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Al igual que me condujo aquí, hasta la casa del pescador, a mí, una niña traviesa y sonriente, me llevará también al hogar de mis padres, a mí, una mujer enamorada, con alma y doliente.
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Nos consumimos con el espíritu y el cuerpo, no quedando ninguna otra huella de nuestra existencia, y si vosotros despertáis en un futuro en una vida más pura, nosotros nos quedamos donde se queda la arena, la chispa, el viento y la ola.
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Permaneció así todo el día; tranquila, amable y atenta, una joven ama de casa y al mismo tiempo un ser inocente y tímido.
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Señor, os dejo solo con aquella a la que os he dado en matrimonio. Por lo que puedo comprobar, no hay nada malo en ella, pero sí algo extraño. Os recomiendo precaución, amor y fidelidad.
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_ ¡Ay!, dejadlo. Si no os hubiera mordido, quién sabe qué de cosas habrían salido en vuestra historia de esa Bertalda.
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Mi feo compañero estaba a medias dentro a medias fuera, dejaba que los demás le dieran mucho oro y me lo mostraba sonriendo para volver a tirarlo una vez más al insondable abismo. Mostró luego la moneda de oro que les había dado a los gnomos de abajo y parecía que iban a morirse de risa; mientras, no dejaban de abuchearme.
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¡Si no eres real, si jugueteas a mi alrededor como la neblina, entonces tampoco quiero vivir, quiero convertirme en sombra, como tú, mi querida Ondina!
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Lo que cuenta con más claridad es que cuando fue a pasear al lago con su madre, se cayó de la barca al agua, recuperando el conocimiento aquí, entre los árboles, donde se sintió a gusto en la amena orilla.
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Se había sentado junto al lago con la niña y, mientras jugaba despreocupada con ella, se inclinó la pequeña hacia el agua como si hubiera visto algo precioso; mi mujer vio cómo el angelito se reía y cómo quería coger algo con las manitas, pero en un instante se desprendió de sus brazos con un brusco movimiento y cayó en el húmedo espejo.
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Huldbrand se recreó en su figura y quiso retener sus encantadores rasgos, pues pensaba que sólo su sorpresa le iba a brindar esta oportunidad y que poco después ya evitaría con timidez su mirada.
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No es más que nuestra hija adoptiva, Ondina, que no quiere crecer, aunque ya tiene sus dieciocho años.
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Gregorio Samsa es un ...