Regreso a Howards End de E. M. Forster
En principio, esta inclinación al desprecio y al olvido no está mal, pues implica la idea de que la emoción es perecedera y de que el ser humano es capaz de relaciones más perdurables y no de meras descargas eléctricas. Pero hacemos mal en exagerar nuestro rechazo de los impulsos y en no admitir que son estos impulsos, tan triviales, los que abren las puertas del paraíso.
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