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Contra el viento del norte de Daniel Glattauer
No hay que pensar nunca en "perder". De solo pensarlo se pierde.
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Calificación promedio: 5 (sobre 102 calificaciones)
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Contra el viento del norte de Daniel Glattauer
No hay que pensar nunca en "perder". De solo pensarlo se pierde.
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Cada siete olas de Daniel Glattauer
Las camas compartidas son menos camas. Las penas compartidas son más penas.
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Cada siete olas de Daniel Glattauer
No existen instrucciones de uso con un plano general para el descubrimiento y rescate de la felicidad. Cada uno busca la suya a su manera y en aquellos sitios donde cree que es más probable hallarla.
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Cada siete olas de Daniel Glattauer
Su estado de felicidad me motiva. Quiero seguir viéndola como la he visto estos últimos días. Y quiero que ella me siga mirando como me mira desde hace unos días. Me mira como a un hombre que tiene la capacidad de dárselo «todo». No, no es la capacidad, es sólo la disposición. En medio hay ilusión. Quiero conservarla por un tiempo. ¿Para qué merece la pena vivir si no es para las ilusiones de «todo»?
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Cada siete olas de Daniel Glattauer
(...) esa mirada… ¡grábatela, por favor, por favor, por favor! Practícala antes de dormir, repítela al despertarte, ensáyala frente al espejo. No la derroches, no la desperdicies con otros, protégela de los asaltos y de la luz del sol, no la expongas a ningún peligro, ten cuidado de que no se te rompa al transportarla. Y cuando volvamos a vernos, ¡desenvuélvela! Pues esa mirada, querido mío, me alucina, me vuelve loca. Ya sólo por eso merece la pena haberme pasado dos años y medio esperando mensajes tuyos. Nadie me había mirado así jamás, (...)
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Cada siete olas de Daniel Glattauer
La vi y supe que debía enamorarme de ella. Ésa fue mi conclusión errónea, mi decisión equivocada: el «deber», el plan, la intención, mi esfuerzo perentorio. Me animaba el deseo de amarla. Vivía sólo para eso. Hice todo lo posible para amarla hasta el final. Salvo una cosa: nunca me cuestioné si la amaba.
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Cada siete olas de Daniel Glattauer
Otra vez, todavía: ¡TÚ! Mis armarios repletos de emociones cuidadosamente guardadas. Qué ingenuo fui al pensar que podían haber desaparecido por sí solos. Pronto me recordaste que no había final sin principio. Nos encontramos. Te vi. ¡TE VI! ¿Qué iba a decirte entonces? ¿Qué decir ahora?
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Cada siete olas de Daniel Glattauer
Hasta que por fin comprendí que no sólo le había contado los antecedentes de tu historia y la mía. Al mismo tiempo le había contado la historia de ella y la mía. Y se la había contado toda. Sólo nos restaba despedirnos.
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Cada siete olas de Daniel Glattauer
Cada mensaje personal, cada profundo pensamiento dirigido a ti debía justificarse y compensarse con un gesto de afecto hacia «ella». Así tranquilizaba mi conciencia.
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Cada siete olas de Daniel Glattauer
Si quieres verme, veámonos. Si no sabes si deberías verme, veámonos. Si no sabes si no quieres ver a nadie, debes verme a mí. Sólo si estás seguro de que no sabes si sería bueno para ti que nos viéramos, porque no puedes saberlo, no nos veamos. O sí, ¡veámonos también! Bueno. Basta ya. No quería ofrecerme con más discreción. No puedo ofrecerme con menos discreción. Y nunca más volveré a ofrecerme con tan poca discreción. ¡De verdad!
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¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?