Desmantelar de manera constructiva a una persona requiere un talento excepcional; matar toda esperanza en el alma sin destruir el cuerpo es un proceso que exige disciplina y talento singulares.
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Desmantelar de manera constructiva a una persona requiere un talento excepcional; matar toda esperanza en el alma sin destruir el cuerpo es un proceso que exige disciplina y talento singulares.
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Sin las razones de los hombres para comprar sexo, ella aún se llamaría Alka y no Milena.
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Entendía que el proxeneta y los gorilas que la vigilaban formaban parte, junto a ella y sus compañeras, de una maquinaria engrasada al servicio de esos hombres que venían cada noche a ensuciarla con sus viscosos líquidos. Al día siguiente cada uno de ellos proseguía su vida normal, al margen del infierno que financiaban, creyéndose legitimados y exculpados por la paga de unos cuantos euros.
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Lo único que yo quería era que los niños no jugaran a la guerra con mis huesos.
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Kilo por kilo, el trasiego de mujeres es más rentable que la droga: bastante más fácil de introducir y en un producto que se vende muchas veces y a muchos clientes en lugar de una sola vez.
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Como una muñeca rota, desnuda y sucia, se dejó hacer sin un gramo de voluntad propia.
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¿Qué tienen en común un presidente, el dueño de un consorcio internacional o la cabeza de un cártel de las drogas? Los tres requieren de vías financieras para colocar sus fortunas, legales e ilegales. Los verdaderos amos del universo no son los jefes de Estado y ni siquiera los empresarios de la lista de Forbes: son los operadores de los grandes fondos de inversión y los brokers que se mueven en las fronteras elásticas de la legalidad.
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Los cientos de hombres que pasaron por las piernas de Milena dejaron menos huella que las miles de páginas que desfilaron ante sus ojos; el sórdido blanco y negro de su brutal existencia perdió sustancia frente a la rica gama que las historias leídas coloreaban en su imaginación.
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Como agua para chocolate