Nunca he sentido un amor menos ambivalente que el que siento por mi perra, pero no tengo idea de qué siente ella. Sé que quiere estar conmigo todo el tiempo, que le gustan las tortillas suaves, el pasto y el sol, los muchos paseos y que yo le doy todas esas cosas. ¿No es una forma de maternidad cuando le explico que si llueve y estamos adentro la lluvia no puede hacerle daño? ¿No somos mi perra y yo, desde hace años, una familia? Que ella exista, su inquebrantable compañía, es lo más parecido que conozco a tener un lugar en el mundo, a ser el mundo de alguien.