La amistad era ser testigo del lento goteo de tristezas del otro, de sus largas rachas de aburrimiento y de algún que otro triunfo.
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La amistad era ser testigo del lento goteo de tristezas del otro, de sus largas rachas de aburrimiento y de algún que otro triunfo.
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¿Por qué la amistad no era tan buena como una relación sentimental? ¿Por qué no era incluso mejor? Eran dos personas que permanecían juntas, días tras días, a quienes no los unía el sexo ni la atracción física ni el dinero ni los hijos ni una propiedad, solo el compromiso de seguir adelante y la dedicación mutua a una unión que nunca podría ser codificada.
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Creo que el único secreto que tiene la amistad es dar con personas que sean mejores que tú, no más listas o más populares sino más buenas, más generosas y más compasivas, y valorarlas por lo que pueden enseñarte, escucharlas cuando te dicen algo sobre ti, por malo (o bueno) que sea y confiar en ellas, que es lo más difícil de todo, pero también lo mejor.
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«Podría decirte que este incidente es una metáfora de la vida: los objetos se rompen y a veces se reparan, pero en la mayoría de los casos te das cuenta de que, por graves que sean los daños, la vida se reorganiza para compensarte de tu pérdida, a veces de una forma maravillosa.»
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Sabía que era romántico, pero él los admiraba. Admiraba a todo el que año tras año vivía de ilusiones que se desvanecían rápidamente, pese a ser cada día más viejos y más oscuros.
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Dejó que la criatura de su interior -que se imaginaba menuda, desgreñada y semejante a un lemur, rápida de reflejos y lista para saltar, oteando siempre el paisaje con sus ojos húmedos y oscuros en busca de futuros peligros- se relajara y cayera al suelo.
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Pero ¿cómo se era adulto? ¿Estar en pareja era la única opción apropiada? Claro que una sola opción no era una opción.
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La vida es tan triste, pensaba en esos momentos. Es tan triste, y sin embargo todos vivimos. Todos nos aferramos a ella; todos buscamos algo que nos dé consuelo.
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En el hogar había aprendido con rapidez que había tres tipos de chicos: el primero podía provocar la pelea; el segundo no participaba en ella pero tampoco corría a echar una mano y el tercero intentaba ayudar de verdad.
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La ley es simple. No requiere tantos matices como crees. La ética y la moral tienen un lugar en la ley, pero no en la jurisprudencia. Si bien la moral nos ayuda a hacer las leyes, no nos sirve para aplicarlas.
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La leyenda de Sleepy Hollow es un relato corto de terror y romanticismo, se desarrolla en los alrededores de...