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Crítica de MarioG17


MarioG17
02 May 2020
“La enfermedad es casi imposible de comunicar. La demanda de compasión que hace el enfermo es imposible de atender”. El 28 de marzo de 1941, no pudiendo soportar más su enfermedad, Woolf se cargó los bolsillos del abrigo con piedras y se lanzó al río Ouse.

Este volumen recoge un brevísimo texto de Woolf acerca del estado de enfermedad en general, precedido por una introducción de Hermione Lee. Es más extensa la introducción que el propio texto de Woolf —dieciocho páginas frente a dieciséis—. Además, también se incluye un texto de Julia Stephen, la madre de Woolf, que fue enfermera no profesional y da algunos consejos para llevar a cabo una buena labor de enfermería en la época gracias a su experiencia ejerciendo dicha labor. Su texto se llama Notas desde las habitaciones de los enfermos, va precedido por una introducción de Mark Hussey y es el más amplio del volumen.

Este libro surgió a petición del escritor T.S. Eliot. Eran amigos, pero su relación se había deteriorado por un asunto de lealtad —es un tema largo de explicar—. Sin embargo, ella correspondió con este texto y gracias a eso ahora el lector puede contemplarlo.

La enfermedad de Woolf, si ya existía, comenzó a agravarse en el verano de 1925, cuando se desmayó en casa de su hermana. A partir de ahí, empezó a sufrir constantes dolores de cabeza y tuvo cada vez con más frecuencia unos sueños “incongruentes”. En definitiva, comenzó a sentirse peor de lo que ya podía estar. Las cosas hasta entonces le habían ido de maravilla en lo laboral y personal, pero esto supuso una quiebra de su salud mental y física que derrotaría sus fuerzas, llevándola a suicidarse finalmente en 1941, después de haberlo intentado otras veces, sin éxito.

Caracterizada por su estado depresivo, “tuvo que luchar toda la vida contra estados mentales tormentosos y terroríficos, contra síntomas físicos, agónicos y debilitantes y contra exasperantes restricciones”.

El tema de la enfermedad —más orientado sobre todo hacia la locura, la esquizofrenia...— es algo que me apasiona, por eso he leído varios libros sobre ello, ya sean ensayos o memorias personales —La otra verdad, de Alda Merini; Notas desde el manicomio, de Christine Lavant, o Diez días en un manicomio, de Nellie Bly— o novelas —Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena, o El cerebro de Andrew, de E.L. Doctorow—.

Al escribir sobre estos otros libros que he leído acerca de la enfermedad y la salud mental me he dado cuenta de lo curioso que resulta que las cuatro experiencias personales que he leído —el libro de Woolf incluido— fueran escritos por mujeres. ¿Los hombres no sufrían enfermedades mentales? ¿Son inmunes? ¿No se les ingresaba en los centros psiquiátricos? Está claro que no, pero desconozco el porqué de la no proliferación de esos textos escritos por hombres.

Este es un texto muy literario, y no trata solo sobre la enfermedad, sino también acerca de la lectura y la escritura. de hecho, Woolf afirma que echa de menos más novelas sobre la enfermedad. En su texto nos habla sobre cómo estar enfermo nos hace delirar, ver cosas nuevas o sentirlas, sobre todo el dolor físico.

A través de un gran lirismo, una narración poética como era de esperar en ella, con referencias a la naturaleza y un estilo delicado y sensible, la autora nos lleva por las sendas de la mente humana, por los recovecos más oscuros del dolor o la depresión. Cabe destacar que Woolf llama “ejército de los erguidos” a aquellos que no están enfermos y siguen con su vida normal llena de cotidianidades como ir a la compra o llevar el coche al taller.

Tras su breve texto pasamos al de su madre, Julia Stephen, que murió cuando Virginia apenas tenía trece años. Julia fue una mujer que ayudó en múltiples ocasiones con obras de caridad y con sus manos trabajó como enfermera. de hecho, el autor de la introducción al texto de Stephen dice que cuidar enfermos “se consideraba la cualidad natural de la auténtica mujer victoriana”. Mientras Virginia aborda el tema en su texto como enferma y desarrolla en él su imaginación —aunque también su angustia vital—, su madre, por su parte, lo ve desde su óptica de enfermera, como agente externo al enfermo. Por lo que, entre madre e hija, tenemos un binomio perfecto que explora ambas caras de la moneda.

El texto de Julia, aunque no da título al libro, es el más largo de este volumen. Ella se encarga de recoger a partir de epígrafes lo que ha aprendido viendo trabajar a enfermeras y actuando ella misma como tal. Consejos, en definitiva, como este: aquel que cuida a un enfermo que está confinado en la cama, ya sea una enfermera o un familiar, debe mostrarse alegre, sin parecer forzado. O, también, debe decir la verdad al paciente y no mentir nunca con respecto a su padecimiento.

Pese a que los medicamentos y algunas prácticas de enfermería hayan evolucionado con el paso del tiempo, el texto de Julia conserva vestigios que se mantienen en la actualidad, como es la propia disposición o actitud de las enfermeras para con los enfermos.

A mí, personalmente, me ha gustado mucho el texto de Woolf, porque es un tema que me apasiona y motivo por el que me compré este volumen —una edición muy bonita en cartoné, por cierto—. Por ese texto le habría dado a todo el volumen cuatro estrellas en Babelio. Sin embargo, el texto de la madre, que es casi un tratado sobre enfermería de la época, se me ha hecho más pesado y trata un asunto que me interesa más bien poco, por lo que finalmente me he decidido a darle tres estrellas.

De Woolf ya intenté leer Las olas hace un tiempo con nulo éxito —era un libro complejo y, además, la edición que tenía a mano era barata y fea, no invitaba a la lectura—. Sin embargo, es una de las escritoras mundialmente más conocidas —y uno de los iconos del feminismo— gracias a obras como La señora Dalloway, al faro, Orlando o Una habitación propia. En este texto habla de ella misma más abiertamente que en sus novelas, donde también guarda algunos trazos autobiográficos. Aquí deja traslucir su sensibilidad e invita al lector a que la acompañe a la oscura caverna de las enfermedades del ser humano.
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