Y luego hubo riachuelos, y no fui ya un vagabundo alegre, sino triste. |
Y luego hubo riachuelos, y no fui ya un vagabundo alegre, sino triste. |
No tengo miedo ni esperanza, sean mis sueños telarañas que perduren cuando mi cuerpo yazga inerte, o sean telarañas que el viento desvanece. Dadme esta vida hora tras hora, día tras día, año tras año; esta cabaña con una habitación donde yo pueda alojar a un amigo de visita y ante un jardín pequeño y verde, donde me siento a contemplar el ancho cielo. Y dadme un árbol alto, que dé sombra, donde pueda mirar entre las ramas cómo las flores afiladas cortan el cielo azul en mil pequeños ojos. |
Y mientras caminaba entre la muchedumbre, sintiendo en su presencia la callada esperanza, me pareció el mundo tan extraño y hermoso [...] |
Mas ¿quién puede vivir tan santamente entre falsos amigos y hombres crueles, donde se engaña a aquel cuya confianza, igual que la fe en Dios, es ciega siempre? ¡Al diablo esa atroz filosofía! A sí mismo obedece un corazón. ¿Por qué, si no lo inflijo yo a otros, sufrir que se me cause a mí dolor? |
Pero hice enemigos, de manera que a la Naturaleza vuelvo, donde se olvida mi dolor y mis afectos por el hombre regresan a mi pecho. Cuando voy por los campos y los bosques no me preocupa nada de lo humano. |
Es cierto, la ciudad hace a los hombres más estrechos, los hombres como enanos, pero ¿qué los ha hecho peores, crueles como demonios del Infierno? |
La ciudad es más dura con el hombre: hay hambre, esclavitud... A veces ambas. |
[...] y los falsos ojos del amor buscan a otro y dejan sólo su falacia, aunque vague perdido, la alegría me recuerda y regresa todavía. |
Qué sórdida esta vida, entre los hombres, que ilumina el rencor, la envidia, el odio. Me hace pensar en las humildes almas que pasan sus tranquilas vidas solas en desiertos y bosques y que mueren juzgados por muy pocos, o ninguno. ¡Si yo también pudiese por un tiempo vivir en esos sitios, libre, hasta que lo irreal de aquellas soledades obligase a mi lengua a gritar "hola" para que así el silencio, con el eco, me diese la conciencia de estar vivo! |
¡Cuando tenía yo dinero, ay! No conocí el sosiego hasta ser pobre: llamaban a mi puerta todo el día, dándoselas de amigos, falsos hombres. Me sentí como el niño que sostiene una trompeta y no debe tocarla porque alguien ha muerto. ¿A este mundo traidor podía yo decirle nada? He pensado en la vida mucho, he visto que el corazón del pobre vive alegre y que, mientras trabaja, su mujer como una abeja va zumbando siempre. Así que cuando veo cómo ríen mientras los ricos van frunciendo el ceño, me digo que no deben subir nunca ]y que deben en cambio bajar estos. Cuando tenía yo dinero, ay, se vio que mis amigos eran falsos, pero ahora que no tengo ya ninguno sé que son de verdad, aunque contados. |
Marinero en tierra