CONFESIÓN De cien horas que vivo, en una canto los pájaros, las flores y los niños. Ni un solo mal podrá encontrar en mí quien lea mi persona en lo que escribo. Pero en esas noventa y nueve horas lo que yo pienso no está bien decirlo: no hay en ellas pureza para un canto que hable de flores, pájaros y niños. |