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Qué gran balada, la emoción y el estremecimiento que fluyen por su poema es intrínsecamente proporcional a la profundidad de sentimientos que nos despierta. He hecho una relectura de esta gran balada intensa y excepcional del gran escritor Oscar Wilde, aun sabiendo que podía emocionarme, ya que el poema nos traspasa su dolor, pero también nos llega la belleza de sus versos, su forma de expresarse, y realmente, ha sido una gran explosión de sentimientos los que me han inundado. Tenía muchas ganas de encontrarme con ellos y los he vuelto a vivir con mayor intensidad. Qué cantidad de sensaciones nos trasmite. Oscar Wilde había sido ya juzgado y denostado ya antes de ser condenado. Empezó a perder su prestigio, el apoyo casi incondicional de sus lectores, su familia y sufrió el abandono de muchos de sus amigos. Pero, evidentemente, fue la condena y los dos años en prisión lo que motivó que terminara por perderlo absolutamente todo. En realidad, acabó pediéndose a si mismo, por una injusta y abusiva condena. Wilde deambula junto a su vida dolorida, incapaz de elevarse por encima de su hundimiento personal, social, económico y sospecha que cósmico también, pues no parece entender cómo ha llegado a producirse un caos de tal magnitud en su vida, a no ser por una alianza cósmica a favor del desastre más absoluto. Al menos es lo que parece desprenderse de la deriva y resultado de un juicio, que le fue adverso. Fue la etapa más difícil y más dura de toda su vida, ya sabemos la condena que le impusieron por su homosexualidad, dos años a trabajos forzados. Y después de pasar por esto, ya no le quedó nada. Su escritura y su vida se perdieron. Nos dejó esta obra maestra y la epístola de profundis. Sentimientos a raudales que derrocha en este gran poema, dirigido a una persona privada de libertad y condenada a morir. En el grandioso poema sentimos su inmenso dolor, su profunda tristeza, su enorme soledad. Hay momentos que también refleja una contundente crítica al oscuro mundo de las prisiones y a su inhumanidad. En el poema se copian otras vidas para poder ser retratadas, sujetas a un devenir también penoso y dolorido. (Así es como describe la impactante ejecución de Charles, Thomas Wooldridge, condenado por haber dado muerte a su esposa). Oscar Wilde, en un instante concreto, discrimina a los que intuye felices o al menos, no infelices del todo, para centrarse en aquellos que sabe compañeros del dolor frío e inclemente. A ellos, a esos seres, vuelve su mirada para escudriñar también su dolor y su inmensa soledad. La suerte, su suerte siempre arropada por su indiscutible talento, le había abandonado, lo debió intuir. Todo había terminado, todo, incluso su vida. No iba a ser necesario que se diera su muerte física inmediata, su ser era ya sentido como algo perdido, algo arrumbado en cualquiera de los descampados de París y estigmatizado y olvidado por todos, solo y enfermo, murió el 30 de noviembre de 1900, convertido en un indigente y a los cuarenta y seis años de edad . Al maestro literario que es Oscar Wilde, le resulta sumamente fácil llegar al lector, acercarse a él lo suficiente como para contarle, de una forma viva y contundente, el grueso de la complejidad y la sentimentalidad del ser humano. De esta manera, vamos entendiendo el ramaje íntimo y sentimental de aquello que nos sugiere. Además, he leído una preciosa edición, con maravillosas ilustraciones de John Vassos que son una auténtica maravilla. Y sus versos nos atrapan, tanto la mente como el corazón. |
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