(…) estiró el brazo por encima de la palanca de cambios y posó la mano sobre la mía. Era cálida y quise apretarla; en cambio, me aparté en el acto como si me hubiera quemado. Fue una reacción involuntaria y de inmediato deseé volver a sentir su mano. Ocurrió lo mismo la segunda vez que lo intentó. Mi cuerpo se convulsionó, sometido a un potente instinto desconocido.
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