El verdadero terror no lo provocan los monstruos gigantes, si no gente de aspecto inocente.
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El verdadero terror no lo provocan los monstruos gigantes, si no gente de aspecto inocente.
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Mas aún, sus pensamientos eran consumidos por el fuego, atraídos hacia él y absorbidos como agua en una esponja.
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Los pensamientos oscuros seguían allí, ocultos, pero mis acciones se mantenían inmaculadas. Dicho de otro modo, se me daba bien fingir que era normal.
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Eso era lo mejor de la vida: la anticipación del placer.
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Somos el centro de nuestros universos particulares.
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El fuego, según esa definición, está lleno de vida
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Manolito ...