Somos lo que pretendemos ser, así que elige bien lo que pretendes ser.
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Somos lo que pretendemos ser, así que elige bien lo que pretendes ser.
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Nunca he presenciado una demostración más sublime de la mentalidad totalitaria; una mentalidad que podría compararse a un sistema de engranajes al que le han cortado algunos dientes al azar. Y esa maquinaria de pensar, desdentada y conducida por una libido de intensidad media o inferior a la media, gira con la insubstancialidad espasmódica, nerviosa, ruidosa, de un reloj de cuco en el infierno. El jefe de los federales sacó la conclusión errónea de que no había engranajes en la mente de Jones; –Está usted completamente loco. Jones no estaba completamente loco. Lo aterrador de la clásica mentalidad totalitaria es que cualquier tipo de engranaje, aunque esté mutilado, siempre conserva en su circunferencia secuencias enteras de dientes, a los que mantiene inmaculadamente y a los que da movimiento con exquisitez. De ahí lo que digo del reloj de cuco en el infierno: marca la hora perfectamente durante ocho minutos y veintitrés segundos; se adelanta de golpe catorce minutos y se mantiene en perfecta marcha durante seis segundos; luego salta dos segundos y funciona bien durante dos horas y un segundo; después, salta todo un año. Los dientes perdidos, desde luego, son simples, obvias verdades; verdades asequibles y comprensibles inclusive para los niños de diez años. El obstinado girar de los dientes del engranaje, la obstinada actividad despojada de ciertas informaciones obvias... Fue así como un hogar tan contradictorio como el que componían Jones, el padre Keeley, el Vice-Bundesführer Krapptauer y el Führer Negro pudo mantenerse en relativa armonía. Fue así como mi suegro pudo contener dentro de una misma cabeza su indiferencia hacia las obreras esclavas y su amor por un jarrón azul... Fue así como Rudolf Hoess, comandante de Auschwitz, podía alternar la música clásica con las llamadas a los cargadores de muertos, allá en los altavoces del campo de exterminio... Fue así como la Alemania nazi pudo pasar por alto la diferencia entre civilización e hidrofobia... Y esto es lo único que puedo decir para explicar las legiones, las naciones de lunáticos que he visto durante mi vida. Y para mí, intentar una explicación tan mecánica tal vez sea el reflejo del padre que tuve. Cuando me detengo a pensar en ello, cosa que ocurre pocas veces, recuerdo que soy, después de todo, el hijo de un ingeniero. Como no existe nadie que me alabe, me alabaré yo mismo: diré que jamás he destruido un solo diente en mi máquina de pensar, sea lo que ésta sea. Hay dientes perdidos. Dios lo sabe. Nací sin algunas de esos dientes y nunca me crecerán. Y los cambios sin embrague de la historia me han hecho saltar otros dientes. Pero nunca he destruido a sabiendas un solo diente del engranaje de mi máquina de pensar. Nunca me he dicho a mí mismo: «Puedo prescindir de este hecho». + Leer más |
No hay persona joven en el mundo que sobresalga tanto en todos los aspectos como para no necesitar un amor incondicional. iDios mío! Cuando los jóvenes interpretan sus papeles en las tragedias políticas -esas tragedias donde los personajes del reparto ascienden a miles de millones- un amor incondicional es el único tesoro al que pueden aspirar.
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Esta es la única de mis narraciones cuya moraleja conozco. No creo que sea una moraleja extraordinaria. Sólo que, en esta ocasión, sé cuál es: somos lo que pretendemos ser, así que debemos tener cuidado con lo que pretendemos ser. (...) Pero hay otra clara moraleja en este cuento, ahora que lo pienso: Cuando uno está muerto, está muerto. Y todavía se me ocurre una tercera moraleja: Hagan el amor cuando puedan. Les sentará muy bien. |
Hay muchas razones para pelear; pero no existe ninguna para odiar sin restricciones, para imaginar que Dios Todopoderoso también odia como nosotros... ¿Dónde está el mal? El mal es esa enorme porción de cada ser humano que quiere odiar sin límites, que quiere odiar con Dios de su lado... Es esa porción de cada hombre que encuentra tanto atractivo en toda clase de monstruosidades. Es esa porción del imbécil que castiga y envilece y hace la guerra con alegría.
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Acaricié los manuscritos. -Y en ese baúl estaba todo esto, ¿verdad? Recordé entonces aquel baúl; recordé el momento en que lo había cerrado, al comienzo de la guerra; recordé que había pensado que ese baúl era un ataúd; el ataúd del joven que yo nunca volvería a ser. |
¿En que trabaja Kote?