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Crítica de Yolib


Yolib
11 August 2023
Domingo Villar se nos fue en Mayo de 2022 a causa de un Ictus (Imprevisible, cierto y tenaz último suspiro)
En medio de la lectura de la novela, no he podido evitar leer al mismo tiempo gran parte de los artículos que se han escrito sobre él, como el de Juan Carlos Galindo y “las dos felices paradojas de D. Villar”, en el País, o el de Antonio Iturbe en la Librújula, maravilloso artículo que habla de la vida del autor, de esta novela, y de Algunos cuentos completos.
Iturbe escribe de él: le fascinan todas las cosas que no se pueden tocar ni medir ni computar: el jazz, el teatro, el vino, la pintura, la literatura, el fútbol… Y contar cuentos a los amigos”. La entrevista que tuvieron en Vigo, fue en la taberna de Eligio, y que Poldo, su dueño les sentó en las mesas de Caldas, y de Domingo Villar, afectuosos y sonrientes con todos, y aquí Caldas, antes de actuar, primero mira, después mira, y luego sigue mirando. Y Villar está como en casa.
Del artículo no se desperdicia nada, es tan extraordinario como la novela de Domingo Villar, os invito a leerlo. Palabras regalo de Villar a Iturbe “No hay otra forma de emocionar a un lector que escribir emocionado.


Caldas y Estévez son la antítesis en cuanto a personalidad. Caldas es el paradigma del inspector amable, serio, justo y su trato respetuoso con todo el mundo es muy característico. Estévez es gruñón, tiene poca paciencia con las personas que interroga, pero es el que pone humor en la narración, un aragonés grandote entre gallegos, no los entiende y es recíproco, incluso todos los perros se le enfrentan, hasta los más tranquilos quieren morderle. Sin embargo forman un equipo compacto y compenetrado.
Hay una desaparición, que no parece muy grave, pero las influencias del padre de Mónica, la chica desaparecida, un cirujano de mucho prestigio presionan al comisario Soto y éste a su vez lo hace con Caldas.
La investigación comienza al más puro estilo policial, procedimiento anodino, lento, conociendo la vida y siguiendo el rastro de los últimos días de Mónica.
Novela larga de capítulos muy cortos, encabezados siempre por la definición de un concepto al que se hace referencia en dicho capítulo y que tiene que ver con cada momento de la investigación: nido, preludio, distancia, abatir, gastar, examen, razón… 151 palabras en total, que al principio me despistaban, me hacían pensar que eran como las pistas que dejaba a los lectores, pero luego comprendí, que esas definiciones le habían servido al autor de guía para elaborar el misterio al que se tenía que enfrentar. Y al final, me pareció una forma de estructurar la novela muy original.
Al mismo tiempo que seguimos al inspector para recabar todas las declaraciones de los distintos personajes implicados, Villar se recrea en Vigo y en su gente: El barrio del Lazareto, La Escuela de Artes y Oficios (todo un descubrimiento), la vida del barco Pirata de Ons que transporta a quienes cruzan la ría a diario, la riqueza gastronómica de la zona ( me relamía comiendo los mejillones al vapor con Caldas en el Bar Puerto), el mendigo Napoleón, su perro Timur y toda la gran sabiduría que le caracteriza, Camilo, su trastorno psíquico y su gran capacidad para el dibujo: “—Porque Camilo no habla.
— ¿No habla porque no puede hablar?
—No habla porque no habla.” Así de expeditiva es la explicación de lo que le pasa a Camilo que le dan al Inspector mientras investiga.
El personaje que más me ha deslumbrado es el padre de Caldas, tan solitario como seguro, tan fuerte como amable y con sentido del humor, ¡le he copiado la idea magistral de hacer un libro de idiotas!, así sabré por quien no preocuparme, cuando alguien pretenda incomodarme. Caldas busca a su padre cuando necesita refugio, y cuando está atormentado, no necesita a nadie salvo a su padre.
Como madre envidio la maravillosa relación que Villar ha dibujado entre ellos y la gran sabiduría que otorga al personaje del padre: “No leas nada que tenga que ver con lo que te angustia, sino algo que te aleje de lo que estás viviendo”
“Lo tranquilizador de algunos libros es que al final sabes que van a ganar los buenos. al menos, sabes que van a acabar devolviendo un poco de orden al caos” Todo esto le dice el padre a Leo, al final de la novela en un momento muy adecuado para el inspector y también para mí, en estos momentos de mi vida, esas palabras también me han ayudado, (gracias Domingo Villar, tú sí que sabías de la naturaleza humana)




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