Quien a hierro mata a hierro muere. Esa es una de las pocas verdades absolutas que existen.
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Quien a hierro mata a hierro muere. Esa es una de las pocas verdades absolutas que existen.
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La victoria sabe a sangre y a enfermedad, a hambruna y a fuego. Su aliento arrastra el aroma de la ceniza y la muerte.
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«No soy un monstruo», me digo, aunque ya no sé si me creo.
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No saben que los trovadores mienten, que su bandera no es más que un trapo. Los soldados no ganan las guerras, sólo las luchan. Matan y mueren a hierro, en una orgía de huesos quebrados.
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Esperaré a que toda Hann sea conquistada. Esperaré a que no sea necesario un ejército, a que no haya adversario contra el que el Imperio pueda luchar. Esperaré a que el hijo del Emperador tenga edad para gobernar, con tal de evitar una guerra civil en pos del Trono de Mesetatrigo. Y entonces os mataré. A ti y al Emperador.
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Llegaré hasta el final. Aunque sea huyendo hacia adelante, aunque nazcan nuevas pesadillas de cada paso dado. Tengo que lograrlo, no importa a qué precio.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?