Cuando se reduce el amor a cuestiones de neuroquímica, se descarta la visión mística y espiritual de la experiencia amorosa para dar lugar a una nueva forma de materialismo biológico. Se reducen las emociones a meras reacciones químicas involuntarias, y la experiencia amorosa, a un fenómeno fisiológico, desprovistos de significados más profundos.
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