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Tras la barra del bar es una preciosa colección de relatos, firmados por la sevillana Marina Sánchez, en los que la autora se sirve de su joven protagonista, Ana, para hacer un pequeño y merecido homenaje a todos los camareros que, desde el otro lado de la barra, nos apoyan y ayudan siempre, ejerciendo incluso —en más de una ocasión— de consejeros, psicólogos, paños de lágrimas o mejores amigos. Ana es el hilo conductor de seis relatos cortos cuyos originales títulos se inspiran en las consumiciones que en los bares se nos ofrecen y que conforman un círculo plagado de personajes variopintos —entre los cuales mis preferidos son, sin duda, los maravillosos hermanos García— y sus sorprendentes historias personales. Con una escritura ágil, amena y sencilla, Marina Sánchez logra engancharnos desde el primer instante y transmitirnos las vivencias y emociones de sus protagonistas, dejándonos un fantástico sabor de boca. |
Marina Sánchez se mudó de España a Bogotá hace cuatro años. Y asegura que comprarse una bicicleta fue de las mejores decisiones que tomó. “Además, si puedo ir caminando, lo hago”. En Bogotá, hablar del clima y del trancón es la norma en cualquier ascensor (y en los propios atascos). Por eso, a Sánchez no le sorprendió que la capital colombiana ocupe el sexto puesto del ranking de las ciudades con peor tráfico del mundo, según el estudio Global Traffic Scorecard de INRX. “Es verdad que es una situación muy mala, sobre todo en las horas picos y de una punta a otra de la ciudad”, cuenta la joven de 33 años. A 3.700 kilómetros, en Monterrey, México, a Gladys Bañuelos Gonzalez 32 años tampoco parece asombrarla el onceavo puesto de su urbe. “Yo busco cualquier estrategia para evitar horas clave porque tardo una hora en un trayecto de 20 minutos”.
El estudio, publicado a mediados de enero y con una muestra de más de mil ciudades en 50 países, utilizó datos de movilidad y calculó el tiempo que pierden los ciudadanos en el tráfico y congestiones y el costo económico que estas afectaciones de movilidad significan para el conductor promedio y la ciudadanía. En el caso de Monterrey, por ejemplo, se estima que alguien que use regularmente el carro pierde 116 horas al año. Casi cinco días.
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