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Crítica de Guille63


Guille63
08 March 2023
“¡Los prepucios van y vienen, pero Mozart es eterno!”

Voy a empezar con unas palabras del crítico y escritor José María Guelbenzu que me han parecido muy acertadas y que, cautivado por la novela, de paso, alimentan mi vanidad: «Ali Smith (…) exige al lector que se merezca la lectura».

En efecto, la Ali Smith de “Otoño” es especial, tanto como lo pueda ser la Jenny Offill de “Departamento de especulaciones” o la Cusk de “A contraluz”. Su estilo es fragmentario, impresionista, desordenado, temporal y sentimentalmente, una amalgama de estilos y formas lo suficientemente distante como para que lo poético brille en su justo momento y medida, como para que su humor triste y envenenado nos golpee dónde más nos duele, para que lo imaginativo de sus planteamiento y de su exposición nos seduzca. El texto es hermoso y necesario, merecí la lectura y me enorgullezco de ello. Será que yo también quiero que me saluden preguntando ¿qué estás leyendo?, que me pone triste cuando se va el verano y viene el otoño, que necesito que alguien me muestre que el verano aún sigue ahí.

Me gustó la mezcla de tonos, de historias y detalles, me gustó su libertad y su atrevimiento, su claro y valiente posicionamiento social y político. Me convenció la llamada de atención a las posibilidades que siempre tiene todo relato, como las que ella misma encuentra en una fotografía de Boubat en la que se ve a una niña en un bosque, de espaldas y con un vestido hecho de hojas de otoño, algo precioso pero que al mismo tiempo podría ser terrible si lo que llegamos a ver es el desamparo de una niña pobremente vestida, o un cuerpecito del que se está desprendiendo la piel tras un ataque nuclear, o llegamos a pensar que fue llevada al bosque para… Smith no quiere que sean los otros los que escriban el relato, esos que vuelven a gritar con descaro e impunidad “Por mucho que huyáis, vamos a por vosotros” ante nuestra desidia e indiferencia.

En un collage tan imaginativo, colorista y diverso como los de su admirada Pauline Boty, la Bardot de Wimbledon, una pintora del pop-art de los 60, menospreciada, prematuramente muerta y olvidada, Ali retrata nuestro mundo, al que hemos llegado, al que ella pertenece, tal y como hicieron tantos otros escritores, como su admirado Dickens en el que se inspira la frase que inicia la novela.

“Era el peor de los tiempos, era el peor de los tiempos.”

Una exageración, claro está, nunca ha habido tiempo bueno pues no hay libertad/paz/derechos/justicia/prosperidad si no la disfrutamos todos. Necesitamos alarmas como esta de Ali Smith que nos despierten de tanta indolencia y resignación, necesitamos reaccionar… y rápido.

Necesitan leer esta novela… y rápido.



P.S. Además de a la pintora citada, hay otras dos mujeres en la novela con un papel principal. Chistine Keeler, la chica del escándalo político-sexual del caso Profumo, en cierto sentido la Marilyn británica, utilizada y humillada, para la que su belleza fue una maldición, como quizá también lo fuera, aunque en un sentido muy distinto, para Pauline Boty. La otra mujer solo se cita una vez aunque en mi opinión está presente en toda la novela:
“Thatcher nos enseñó a ser egoístas y no solo a pensar, sino también a creer, que la sociedad no existe.”
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