Y Maigret se adentró de nuevo en la lluvia, en la oscuridad. Esto no era una investigación. No había ningún punto de partida, ninguna base. No había más que un puñado de seres humanos, cada uno de los cuales vivía su propia vida en la pequeña ciudad azotada por el viento. Es posible que todos fueran sinceros. Pero también era posible que uno de ellos escondiera un alma atormentada, horrorizada hasta el paroxismo por el recuerdo de la fornida silueta que merodeaba aquella noche por las calles. |