La brevedad de la Vida

Así, pues, no has de pensar que alguien, porque tiene canas y arrugas, ha vivido mucho; no vivió mucho, sino que duró mucho. ¿Es que acaso piensas que ha navegado mucho aquel que en la misma salida del puerto una fuerte tempestad lo llevó de un lado a otro, y por los contrarios vientos enfurecidos estuvo dando vueltas por los mismos sitios? No navegó mucho, sino que padeció mucho.

¿Acaso es tan agradable morir trabajando? Así piensan la mayoría de los hombres; más les durará el afán de trabajar que las fuerzas para hacerlo; pero luchan con la debilidad de su cuerpo, y aun la vejez solo les parece insoportable, porque les separa de sus actividades.

(…) hay enfermedades que deben curarse a escondidas del enfermo y muchos murieron solo por haber sabido qué mal sufrían.

Solemos decir que no dependió de nosotros la elección de nuestros padres, sino que nos la dio el azar; pero de nuestra voluntad depende el nacer a nosotros mismos.

La vida se divide en tres épocas: el pasado, el presente y el futuro. De estas, la que ahora vivimos es breve, la que hemos de vivir incierta; solo la que ya pasó es segura.

No creas, pues, que, por tener canas o arrugas, un hombre habrá vivido mucho: no es su vida la que ha durado, sino su existencia.

Todos precipitan su vida, y asediados por el presente, se afanan por el deseo del futuro. En cambio, aquel que dedica todo su tiempo a su propia utilidad, que ordena cada uno de los días como si fuera una vida eterna, ni desea el mañana ni le teme.

Vivís como si la vida tuviera que durar siempre; nunca se os ocurre pensar en vuestra caducidad; no observáis cuánto tiempo ha transcurrido ya, y vais perdiéndolo como si fuera algo sobrado y abundante, siendo así que tal vez aquel mismo día que dedicáis a este hombre o a este asunto, es el último de vuestra vida.

No es que dispongamos de poco tiempo; es que perdemos mucho.

En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto.