Para mí la muerte es la seguridad
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Para mí la muerte es la seguridad
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Han superado ya mis males todos los temores
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Más de una vez sonaron los escudos al chocar entre sí y un callado murmullo llegó a nuestros oídos, cuando refunfuñó Pirro, a regañadientes contra las órdenes del engañoso Ulises
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¡Oh, qué desdicha no saber morir
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¡Ay, qué dulce desgracia tienen los mortales: el amor obstinado por la vida, cuando tienen a mano la huida de los males y a los que sufren
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Ahí llega con los cabellos desgreñados la triste tropa de mujeres de Ilión, al frente de las cuales, con paso arrogante, la sacerdotisa de Apolo, fuera de sí, viene agitando las inspiradas ramas de laurel
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A todos cuantos yacen a las puertas de Troya se les considera dichosos por haber merecido caer en su sitio, porque la fama conserva sus nombres y porque los cubre la tierra conquistada
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Caen, no obstante, fuegos y, desgarrándose una nube, relumbra un terrible rayo; para aquellos desgraciados, ¡qué dulce resulta el alivio de esa siniestra luz!: están deseando que llegue esa claridad
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Los males que no se conocen bien atormentan más
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Hasta el mismo Atrida, errante sobre la inmensa llanura de las aguas, recibió más graves daños del mar que de la guerra y vuelve como si fuera un vencido, arrastrando en su victoria, de una escuadra tan grande, unas pocas naves y, además, destrozadas
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises