El juego serio

Novela publicada en 1912. Fue la cuarta y última novela escrita por el autor sueco Hjalmar Söderberg, en la misma línea de las grandes novelas que en el siglo XIX abordaban el tema del amor, el desamor y el adulterio, como “Madame Bovary”, “Anna Karenina”, “Effie Briest”, “La Regenta” o “El primo Basilio”. Y como estas novelas, “El juego serio” es una novela psicológica y una directa crítica social, pero enmarcada, con gran acierto, en el contexto histórico sueco de principios de siglo, donde las tensiones nacionalistas entre los países escandinavos estaba muy latente.
Se dice que en cierto modo, “El juego serio” es una novela autobiográfica embargada de desencanto, resignación e ironía. Es una historia con muchas capas o subtemas, llena de traiciones y engaños, pero principalmente habla de la imposibilidad de una vinculación emocional sana entre hombres y mujeres.
Hay dos posibles lecturas para esta novela. Podemos limitarnos a hacer una lectura superficial, centrada en juzgar a sus personajes principales, Arvid y Lydia, calificándolos de egoístas y emocionalmente inestables, al adoptar la perspectiva del autor y el narrador omnisciente en tercera persona, que pone el foco en las vicisitudes emocionales del protagonista masculino. Desde esta perspectiva, todo el comportamiento de Arvid está justificado como hombre que es, mientras que el de Lydia, generalizándose a todas las mujeres, resulta ser frío, cerebral, incluso malévolo, cínico o mal intencionado. Lydia es presentada como una seductora, una mujer fatal.
Lydia juega con las emociones de Arvid, y todos sabemos que jugar con las emociones puede tener unas consecuencias muy serias, sobre todo cuando se cree en el mito del amor romántico alimentado por el sistema patriarcal (o pensamiento dual o binario para quien prefiera este término), entendido como ese amor eterno y misterioso que nos embarga por un elegido. Y a partir de aquí aparece el tópico de que son ellas las que “eligen”. Ellos nunca. En el sistema patriarcal ellos consiguen, tienen y pierden a las mujeres, como si fueran simples objetos. Y esto es pura misoginia, una misoginia que permanece latente en toda la novela.
“El juego serio” es una historia de vínculos emocionales y económicos entrelazados y truncados a lo largo del tiempo.
En una lectura más profunda y analítica, podemos seguir la trayectoria emocional de Lydia, atraída inicialmente por un joven Arvid que comparte esa atracción, pero que él decide postergar por razones económicas. Lo que arroja a Lydia a establecer un vínculo económico y por tanto matrimonial con otro hombre, al encontrarse en una situación precaria, en peligro de perder su status social y económico. Más tarde, también Arvid, después de varias aventuras carnales con diversas mujeres, acaba vinculándose económicamente con otra mujer, Dagmar, mediante un matrimonio convencional. El vínculo emocional y pasional con Dagmar es precario, de modo que cuando Arvid y Lydia se reencuentran, reviven su atracción inicial, hasta el punto que establecen un vínculo carnal y emocional extramarital.
Pero Lydia ya está escarmentada respecto a los vínculos maritales convencionales. Ha experimentado demasiado ya el desencanto y el rechazo. Como divorciada, no quiere volver a saber nada de lo convencional, por mucho que en ocasiones se sienta tentada. Arvid, en principio, no puede permitirse el divorcio, las emociones de Lydia se van debilitando y aparecen otros amantes.
El narrador omnisciente vuelve a poner el foco en Arvid, en los celos y tormentos que experimenta al conocer la existencia de esos amantes, pero nada nos cuenta de las emociones y las necesidades sexuales que Lydia también está experimentando, solo las intuimos, consciente de que probablemente Arvid continua manteniendo relaciones carnales con su mujer.
Es una situación en la que no hay una sola víctima. Hay dos víctimas del sistema patriarcal. A los dos los oprime, porque las convenciones y la estructura económica y capitalista patriarcal no les permite experimentar libremente las emociones, la atracción que habían sentido el uno por el otro desde el principio. A Arvid lo oprime por instarle a vivir su obsesión carnal y emocional según los parámetros del mito del amor romántico. A ella la oprime por mantenerla atrapada en la necesidad de guardar unas apariencias de decencia, cuando debería ser bien libre de vivir su vida sexual como desee una vez divorciada, o incluso antes. Pero ella no tarda en entender que el amor no es una emoción estática, ni eterna. Es amor es una emoción que si no te esfuerzas en mantener viva, día a día, se va apagando, se va diluyendo en la nada.
Y Lydia está claro que por sus circunstancias va perdiendo la voluntad de reavivarla, mientras que Arvid, hasta el final, siempre cree que debe ser eterno lo que solo se ha convertido en una obsesión.

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