A veces somos castigados sin motivo, simplemente porque así debe suceder. Ya sea de manera accidental o por decisión propia, no hay nada que se pueda hacer para cambiar el rumbo del destino.
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A veces somos castigados sin motivo, simplemente porque así debe suceder. Ya sea de manera accidental o por decisión propia, no hay nada que se pueda hacer para cambiar el rumbo del destino.
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Daniel Santos era un tipo monótono y gris. Al menos, esas habían sido las palabras que su hermano Ricardo había utilizado para definirlo, instantes después de darle su gran noticia: la adquisición de un ático que se convertiría, con mucho esfuerzo y dinero invertido, en el mejor local de copas de todo Madrid.
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Resultaba irónico el hecho de que hubiera aprendido más cosas dormido sobre una cama que durante el resto de su vida.
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Recuerda la teoría del equilibrio: para ganar tienes que arriesgarte a perder.
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Su padre siempre le decía: «nunca preguntes lo que no quieras saber.» Odiaba desobedecerlo.
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—He luchado mucho para no decepcionaros. Estar hoy aquí es un sueño hecho realidad, pero es solo el principio. Quiero triunfar en este equipo. Gracias por venir en este día tan especial. ¡Disfruten del partido!
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Dicen que la vida no se mide por inhalaciones, sino por los momentos que dejan sin respiración.
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—La flor de Loto es capaz de crecer en el lodo. Por eso es tan especial.
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Mi hijo se enfrenta en este momento a la batalla de su vida. Si quiere salir de ésta, me temo que no hay otra opción.
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—«Si están dispuestos a morir, ¿de qué hazaña no serán capaces? En una situación desesperada no temen a nada, si no hay retirada posible, son inquebrantables».
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¿Con qué frase empieza esta novela?