Ella dijo sí

Lo que significa que a pesar de todas esas cosas que me sacan de quicio de ti, lo que más me importa es que tú seas feliz, que estés bien, que estés a gusto.

—He hablado con mi médico esta mañana y no me queda mucho tiempo.
Marciana tenía ochenta y cinco años y lo cierto era que no tenía toda la vida por delante; no obstante, lo único que le había comunicado su médico esa mañana era que se le había subido un poco el colesterol.
Ella sabía por qué había sido y había empezado a retomar sus paseos hasta la Fuente del Cura y a quitarse las berlinas de chocolate.

Y la Navidad era tan romántica que hasta el corazón más duro y cínico podía derretirse.

—Y él a ti, tesoro. Le conozco tan bien. Está tan emocionado que ni le salen las palabras. Pero te ama, te ama tanto que como te deje escapar le voy a cortar los cataplines…

—¡Será mentecato! Me alegro de que lo tengas tan claro. Sé que eres una chica inteligente, pero en las cosas del corazón hasta el más listo se vuelve idiota.
—Yo estuve idiota perdida, Marci. Pero tranquila que ya me he curado de eso…

—Yo no quiero ser un buen tío, quiero ser tu cuñado. ¡Así que espabila!

—Tengo clarísimo que estoy aquí para hacer feliz a Marci, y de ahí no me voy a desviar ni medio milímetro. Pase lo que pase.

¿Y podía haber algo más romántico que despertarse la mañana de Navidad con todo nevado?
Con todo nevado y él.