Bastante desazonada después de leer este libro. La vida de Isa es triste, que se la pasa esperando y esperando. Y nada. Sin merecerlo y por el hecho de existir. Isa es solo una niña. Y solo quiere lo que cualquier niña necesita: cariño, atención, comprensión, compañía, un hogar junto a su padre. Isa vive en un mundo de adultos que aún no le corresponde. le han robado la infancia, ésta solo sale a flote cuando dibuja casas encerrada en el baño. No va a la escuela, solo se relaciona con adultos, se pasa los días sola sin ver a su padre, a veces encerrada en la habitación, triste, taciturna… Esa habitación que es casi un cosmos. Dibuja casas porque se imagina viviendo en ellas con su padre. Pero lo que ella no sabe, lo que para ella es impensable, es que puede que eso nunca ocurra. Ella solo quiere que su papá la quiera como ella le quiere a él. Pero él es solo una figura paternal ausente. Casi fantasmal en la historia. El culpable de todo, el culpable de la infelicidad de Isa. Para comprender esta historia hay que desgranar. Hay que ir examinando cada uno de los símbolos para entender. Sus manos heridas que, hundidas en la tierra, se alivian como si fuese una semilla a punto de brotar. El duende que dice que tiene dentro, que la devora, que le produce dolor, ese maldeniña que nunca sabremos qué será exactamente. Solo elucubraciones: pena, soledad, abandono… alusiones a su cuerpo, “lo que le sobra”, “el cuerpo malo”, como si existiese tal cosa, si tan solo es una niña… Lorena consigue que cada pedazo de Isa y de su tristeza se posen en ti, días después, incluso. + Leer más |