Detenerse no era una opción. Detenerse era morir. Así que siguió corriendo, incluso cuando una zarza se le enredó en el tobillo y le atravesó la carne.
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Detenerse no era una opción. Detenerse era morir. Así que siguió corriendo, incluso cuando una zarza se le enredó en el tobillo y le atravesó la carne.
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No puedes cambiar lo que ha ocurrido. Solo está en tu mano elegir cómo sobrellevarlo.
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Nosotras no estábamos en una película. Nos pasó en la vida real. Nuestra vida. La sangre no era de mentira. Los cuchillos eran de acero, afilados como en las pesadillas. Y quienes murieron desde luego no merecían morir. Sin embargo, por alguna razón, nosotras chillamos más fuerte, corrimos más rápido, luchamos con más ahínco. Nosotras sobrevivimos.
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Soy su creación, forjada con sangre y dolor y el frío acero de una cuchilla. Joder, soy una Última Chica.
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El bosque tenía garras y fauces. Quincy corría entre los árboles gritando mientras todas aquellas rocas, espinas y ramas la mordían y la arañaban, pero no se detuvo. Ni cuando las piedras se le hincaron en las plantas de los pies descalzos. Ni cuando un tallo le azotó la cara como un látigo y un hilo de sangre le chorreó por la mejilla. Detenerse no era una opción. Detenerse era morir.
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10 negritos