Nada de ayer, nada de mañana. El cuerpo convalece del alma. Nada del tiempo, de la muerte nada. De la vida, del sueño, de la angustia, de la alegría, ni de la esperanza: la luz apenas, el ruido, los objetos y nada, nada. |
Nada de ayer, nada de mañana. El cuerpo convalece del alma. Nada del tiempo, de la muerte nada. De la vida, del sueño, de la angustia, de la alegría, ni de la esperanza: la luz apenas, el ruido, los objetos y nada, nada. |
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar en un panteón.
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Te quiero, amor, amor, absurdamente, tontamente, perdido, iluminado, soñando rosas e inventando estrellas y diciéndote adiós yendo a tu lado. |
Solamente de vez en cuando, o a diario, pensándolo, o cuando menos lo pienso, detrás de mí y en medio y por delante, estoy arruinado, contrito, tapándome con una manta el corazón. |
Cuando para el miedo junto a ellos, los corazones golpean fuerte, fuerte, y los ojos advierten que las cosas se mueven eternamente en su mismo lugar. Nadie puede dar un paso en la noche. El que entra con los ojos abiertos en la espesura de la noche, se pierde, es asaltado por la sombra, y nunca se sabrá nada de él, como de aquellos que el mar ha recogido. |
No quiero paz, no hay paz, quiero mi soledad. Quiero mi corazón desnudo para tirarlo a la calle, quiero quedarme sordomudo. Que nadie me visite, que yo no mire a nadie, y que si hay alguien, como yo, con asco, que se lo trague. Quiero mi soledad, no quiero paz, no hay paz. |
Estoy como vacío. Quisiera hablar, hablar, pero no puedo, no puedo ya conmigo. Una mujer que busco, que no existe, que existe a todas horas, un antiguo cansancio, un diario despertar medio aburrido. Quisiera hablar, decir: esto que es mío, que nunca tengo en mí, esto que asiste. |
Y estoy aquí, sí estoy, a pesar de mí mismo, alucinado y torpe, airado y sin memoria y sin olvido igual que si colgara de mis manos clavadas sobre un muro carcomido. |
Allí la soledad existía a pedazos. Yo no era yo, podía ser yo apenas, quizás yo estaba a mi lado, había muchos, perdidos, desesperanzados, en una sangre obscura corría a morirse, corrían con los esqueletos quebrados. Antes de llegar al barranco del sueño hay una roja luz que hierve sin descanso, duendes y duendes vienen y cortan con tijeras los párpados. |
No miraban, miraban, qué solos y qué tiernos de espanto, qué míos, me dejaban su boca en los labios y lloraban un aire perdido y sin llanto y abiertos y ausentes y distantes distantes y heridos en la sombra en que estaban, estaban callados, vacíos. |
Marinero en tierra