Tiene que sobrevivir a esto, pensó Roman. No quería vivir en un mundo sin ella ni sin sus palabras.
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Tiene que sobrevivir a esto, pensó Roman. No quería vivir en un mundo sin ella ni sin sus palabras.
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—Si mueres en esta trinchera —dijo Iris—, entonces yo muero contigo.
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Te buscaré y te encontraré —susurró, y le dio un beso en los nudillos que le supo a sal y sangre.
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A veces la fuerza no son espadas y acero y fuego, como nos hacen creer tan a menudo, a veces se encuentra en los sitios tranquilos y sosegados. La manera como sujetas la mano a alguien mientras llora, la manera como escuchas a los demás, la manera como te presentas, día tras día, incluso cuando estás agotada, asustada o simplemente insegura. Eso es fuerza, y la veo en ti.
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Las siguientes palabras que dijo Iris las sintió en el pecho, resonando como un segundo corazón. - No me quiero despertar cuando tenga setenta y cuatro solo para darme cuenta de que no he vivido. |
La pena no se irá nunca del todo; siempre estará contigo, una sombra que llevas en el alma, pero se hará más débil a medida que tu vida se vuelve más brillante. Aprenderás a vivir sin ello de nuevo, por imposible que pueda sonar. Los demás que comparten tu dolor también te ayudarán a curarte, porque no estás sola, ni en tu miedo, ni en tu dolor, ni en tus esperanzas o sueños.
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Iris no supo que hacer. Ni con su dolor ni con el de él, que de repente estaban fusionados. Una señal de emergencia se activó en su mente; estaba bailando demasiado cerca del fuego, a punto de quemarse. Le habían quitado la armadura, y se sentía desnuda.
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¿Cómo se llama el barco ballenero en el que se narra la travesía?