La maldición de los sueños

No nos damos cuenta de lo poderoso que es un sueño, tanto en el mundo en el que dormimos como en el que estamos despiertos, hasta que nos lo han robado.

No te fíes solo de lo que ven tus ojos.

Los sueños solían revelar la mayor vulnerabilidad de uno mismo, eran puertas que conducían a los corazones, las mentes, las almas y los secretos.

El sonido de mi nombre pronunciado por él fue como un beso inesperado en los labios.

Emanaba un dolor superficial, el tipo de dolor que uno siente cuando ha corrido demasiado o cuando está a punto de reunirse con alguien a quien ha echado de menos durante años.

¿Sabes? No es malo tener miedo de vez en cuando. El miedo te recuerda tus límites, qué líneas no debes cruzar. Qué puertas no debes abrir.

Pero tal vez el amor no fuera algo fácil de olvidar, incluso cuando se había reducido a cenizas.

No nos damos cuenta de lo poderoso que es un sueño, tanto en el mundo en el que dormimos como en el que estamos despiertos, hasta que nos lo han robado.

Deberías dejar de escuchar a escondidas, por cierto. Un día escucharás algo que desearás no haber escuchado.

Pero a veces las cosas tienen que romperse antes de que puedan volver a construirse, para así poder forjar algo más fuerte.