Si cantas se te va la pena […].
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Si cantas se te va la pena […].
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–Ya sé lo que tienes. –¿Y qué tengo? –Nostalgia, lucero. –Pero sí aún no me he ido. –Pues ya la tienes que de todo te estás despidiendo. |
A ratos, Federico mira a la niña rubia y la ve absorta, con la boca abierta, conmovida o riendo y se da cuenta de que es la primera vez que escucha su risa. La niña no piensa en su pobreza ni en sus hermanitos muertos. Solo el guiñol existe.
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[…] martillazos y las voces secas y fuertes de los titiriteros. […] –¿Qué pasa, Quiquito? –pregunta la madre. –Quiero ver esto. –¿El qué? ¿Unos hombres trabajando? –Quiero verlos. –Si solo hacen ruido y atornillan listones y telas. –Mamá, están haciendo el mundo. |
Piensa en la niña rubia: ella no tiene ningún vestido verde por el que llorar. Solo tiene el que lleva puesto que usa en verano y en invierno, en los entierros y en las fiestas. Cuando lavan la ropa ella y sus hermanos, se quedan dentro de la casa desnudos y ateridos hasta que la ropa se seca. Por un vestido de abrigo qué no daría la niña aunque fuera negro.
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–¿Quién ha muerto? –pregunta Luisín. –Uno de pobre –dice Carlos. |
¿En que trabaja Kote?