Rimbaud fue un místico en el que se desataban todas las fuerzas de la naturaleza e influían en su vena poética pasiones alucinantes, que eran generadoras de estrofas como esta: "Pero ¡oh mujer!, ¡ovillo de entrañas, piedad dulce!".
Fue un poeta puro, sin influencia de sus contemporáneos, como esos árboles que se encuentran solitarios en medio de una estepa sin saber qué vientos han llevado hasta allí la semilla que los ha generado.
Cartas de:
Ernest Hemingway.
Franz Kafka.
Cees Nooteboom.
Arthur Rimbaud.
César Vallejo.
Margarite Yourcenar.
Don Quijote.
John Maxwell Coetzee.
Paul Auster.
Gustave Flauvert.
León Tolstoi.