—Eres como la más sublime sinfonía para los sentidos, Lauren.
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—Eres como la más sublime sinfonía para los sentidos, Lauren.
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(…) se preguntó si la mujer sollozante que abrazaba era la misma joven que se había enfrentado a él tantas veces sin titubear, pero sí, claro que era la misma, porque Lauren poseía esa maravillosa dualidad que le permitía mostrar la misma pasión para discutir que para responder a su beso.
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(…) el señor Holton la mira de la misma forma que mi Jimmy mira el escaparate de la pastelería.
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(…) sus lágrimas se debían a la certeza de que el señor Holton no iba a pasar por su vida sin más, y, estaba segura, tendría el mismo efecto sobre ella que el que tiene el paso de un huracán sobre una cabaña de paja.
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(…) Le preocupaba que el señor Holton le pareciese tan atractivo, irresistible casi, le preocupaba que su cuerpo pareciese tensarse como la cuerda de un violín cada vez que él estaba cerca, le preocupaba el cosquilleo que su profunda voz provocaba en su nuca, pero sobre todo le preocupaba lo que empezaba a sentir por él.
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(…) La había deseado con un fuego que ya no creía poseer, no podía entender qué le había pasado por la mente pero el verla tan hermosa y vulnerable frente a él había roto un fragmento del muro que tan cuidadosamente había alzado a su alrededor.
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No era más que una niña, mimada y protegida, no sabía nada de la vida, del dolor o de la pérdida, no sabía lo que era desear estar muerto y buscar la muerte, no sabía lo vacío que se siente uno cuando ya no tiene esperanzas. Ella no sabía nada, no tenía por qué importarle lo que pensara de él y si cuando su proyecto fracasara ella perdía parte de esa alegría y entusiasmo juvenil que tanto lo atraía, a él no le importaría en absoluto. (…)
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(…) Nunca se había planteado demasiado en serio el papel de la mujer en la sociedad hasta que la muerte de su padre le había hecho darse cuenta de lo desprotegidas que quedaban las mujeres cuando no había un hombre junto a ellas (…)
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?