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ISBN : 8420411418
432 páginas
Editorial: Alfaguara (06/06/2012)

Calificación promedio : 3/5 (sobre 3 calificaciones)
Resumen:
David Kolski, casado y con dos hijos, gestiona la construcción del rascacielos más alto de La Défense, el barrio financiero de París. Victoria de Winter, directora de Recursos Humanos de una multinacional, vive de una ciudad a otra, mezclando trabajo y placer en la cúspide de la sociedad. Cuando los dos se encuentran por azar, la chispa prende. El sistema Victoria es la historia de una obsesión y un thriller romántico. Su intensidad y su energía reflejan la avidez y... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (2) Añadir una crítica
Guille63
 13 March 2023
Lo vi en la librería. Me atrajo la portada. Leí la carátula y empecé a hojearla, cosa que, manía muy personal e incomprensible hasta para mí, no suelo hacer porque no me gusta leer ni una coma hasta que me dispongo a leer la novela, y di con este párrafo:

“Si hubiera renunciado, en aquel preciso momento, a dirigirle la palabra, intimidado por la perspectiva de hacer entrar en mi vida a una mujer de aquella estatura; si le hubiera dicho: «Perdóneme, lo siento mucho, la he confundido con otra», antes de alejarme y regresar a casa; si hubiera podido saber que abordarla arrastraría mi existencia en una dirección en la que no estaba seguro de desear que se aventurase, Victoria no habría hallado la muerte poco menos de un año después de nuestro encuentro. Hoy aún estaría viva. Yo no viviría retirado en una mansión de Creuse, al borde de una carretera, separado de Sylvie y de las niñas, rumiando mi culpabilidad. No habría sido destruido por el papel que desempeñé en ese drama, y por los dos días de arresto que de él se desprendieron. El rostro, las miradas, la compasión de Christophe Keller no se habrían instalado en mi conciencia como una obsesión corrosiva. Pero resulta que el rostro de Victoria se volvió hacia el mío y que me zambullí en aquella mirada que se asombraba.”

Me había enganchado. Se vino conmigo a casa.

Decía Ortega que la felicidad solo es posible bajo el desarrollo de una actividad que nos absorba por completo. Si eso no surge, aparece un desequilibrio entre nuestro potencial y nuestra vida actual y eso es la infelicidad.

Si Ortega no se equivoca, no está esto de la felicidad nada fácil. No siempre se puede elegir el camino a seguir o no siempre se tiene la valentía (como es el caso de nuestro protagonista masculino) o no es fácil elegir bien esa actividad que no solo nos absorba sino que además lo haga de una forma plena y satisfactoria (como puede ser el caso de nuestra protagonista femenina).

Y es que muchas cosas separan a los dos protagonistas de este relato, siendo la más importante la cobardía de David para vivir la vida como quiere y la valentía de Victoria de hacerlo pese a quién pese… o quizás deberíamos decir el exceso de escrúpulos de uno y la total ausencia en la otra.

David está insatisfecho con su vida. Hace tiempo que renunció a una carrera profesional más creativa y hace mucho que se ató sentimentalmente a una mujer de la que no se separa por problemas de conciencia. Es progresista, idealista, aunque no puede evitar sentir envidia de aquellos supuestos triunfadores que parecen disfrutar de una vida sin excesivos miramientos. O podríamos pensar que, más que envidia, es rabia lo que siente ante la constatación de la inutilidad de unos valores que quizás estén ya trasnochados. Pero nosotros, observadores perspicaces, nos damos cuenta de que simplemente es otro más de los muchos que se engañan a sí mismos y que realmente su comportamiento no está tan alejado del de aquellos... no, peor que eso: que su comportamiento está inevitablemente al servicio de aquellos. Solo se permite un vicio, unos devaneos sexuales de una sola noche, como el que se fuma un cigarro al final de una dura jornada, sin complicaciones, sin vínculos que puedan alterar su conciencia (incluso las elige sin mucho atractivo por ese mismo motivo)… hasta que llega alguien que la altera y de qué manera.

Victoria (significativo nombre), por el contrario, parece feliz con su vida. Tener amantes no implica mantener una doble vida ni alejarse de su vida “oficial” sino que es parte de su vida, donde no hay verdades, donde la moral la construye ella misma y, lo más importante, donde no hay problemas de conciencia. Se mueve en el sexo como se mueve en su trabajo: solo ella es el punto relevante de la cuestión.

En este sentido creo que es un acierto de la novela la inserción de la parte sentimental o pasional dentro del retrato de una época, el de la era de la globalización, y de cómo todo ello se relaciona, se contagia. Es significativa la afirmación de Victoria de que ser moderno es no tener país alguno. Ya no hay países, solo hay empresas; es más, solo está uno mismo por encima de todo, de valores, de tradiciones, de morales, de otras personas... claro que no todo el mundo puede actuar de esta manera, de hecho es necesario que la mayoría de la gente no pueda, y ahí surge el conflicto.

También es un acierto el cambio de papeles habitual: ella, la exitosa y dura ejecutiva; él, el sentimental e idealista... y la matización de ambos papeles que nos encontramos al final del relato.

Entre sus defectos puedo decir que ese desplazamiento del peso narrativo hacia lo profesional se vuelve un poco farragoso y pesado en ocasiones. Otro defecto son algunos de los diálogos, aunque puede ser que sea algo muy francés esa formalidad en la conversación entre personas que momentos después se van a chupar o lamer partes corporales que no hay por qué citar aquí. El caso es que a mí me choca bastante y me saca un poco de la tensión del relato.

En definitiva, que ya me estoy alargando demasiado, una novela entretenida, inteligente, picante en ocasiones, pastosa en otras. La prosa es elegante aunque a veces algo enmarañada. Una novela que te hace reflexionar sobre algunas cosas que nos están pasando a nivel colectivo y que nos puede sonar, y hasta tronar incluso, a nivel individual en ese retrato de un cuarentón de vida nada satisfactoria.
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margazquez
 01 February 2020
El sistema Victoria es un libro complejo, mucho más de lo que puede parecer por su sinopsis y su portada. Encasillarlo como thriller romántico (como se nos presenta) o incluso como novela erótica, sería caer en la banalización, máxime si por literatura erótica entendemos lo que hoy día copa los primeros puestos de venta en las librerías.

Es difícil por tanto encuadrar este libro. Un juicio sumarísimo podría ser “la trágica historia de un adulterio en la era de la globalización”. Suena extraño, pero extraña es la historia de los protagonistas. Es un libro diferente, una apuesta arriesgada. Los franceses parecen haberse rendido ante esta historia, candidata en 2011 a los premios Goncourt -el más prestigioso de las letras francesas- y Renadout. Pero a mí no me ha cautivado.

David es un soñador, un idealista. Se cree un cazador y siempre va en busca de la presa fácil: mujeres de una noche que no impliquen mayores compromisos. Cuando conoce a Victoria en un centro comercial, la sigue durante horas hasta lograr entablar una conversación con ella.
David no despierta simpatías en el lector. Por estar con Victoria el día de su primer encuentro no acude al cumpleaños de su hija pequeña y luego tiene la osadía de echarle en cara a su mujer que se lo pasaran bien sin él. Tampoco Victoria será lo que parece y despertará aún menos simpatías.

El propio David lleva la voz narradora en primera persona, alternando los avances en su relación con Victoria y los avatares diarios a los que se enfrenta en la construcción de su obra, con recuerdos del pasado. También desde las primeras páginas sabemos que todo acaba mal, que Victoria está muerta y que el propio David fue sospechoso.

Al principio su relación está basada exclusivamente en el sexo, descrito de forma muy explícita por Reinhardt, con detalles que a veces causan repulsa en lugar de sensualidad, fundamentalmente por esa obsesión del autor por relatarnos numerosas escenas masturbatorias del protagonista.

A modo de metáfora y siguiendo la línea del libro (la historia es en sí una metáfora), la pareja pasará a contar con un nuevo miembro, la globalización, conformando un extraño ménage à trois donde el sexo seguirá estando presente y cada vez será más desenfrenado, pero en donde extensas conversaciones, muchas de ellas a modo epistolar pero en la era de la tecnología -por correo electrónico y teléfono móvil-, sobre política, capitalismo o economía, serán objeto de cada vez más y más protagonismo.

David empezará a nadar a dos aguas, se moverá cada vez más entre el deseo por Victoria y el rechazo que le produce su ambiciosa y superficial visión de la vida. Reinhardt ha invertido los clásicos roles y desplegará en David su parte más femenina, pasando a ser el cazador cazado, la víctima. Victoria es la otra cara de la moneda: el poder, el lujo y la vida basada exclusivamente en la búsqueda del placer, la ausencia de culpa y remordimientos. Se sabe que tiene cuatro hijas, pero no se dedica ni una sola línea a describir un mínimo contacto con ellas. Su papel de madre no tiene cabida en esta historia.

El ultraliberalismo de ella choca radicalmente con el liberalismo de izquierdas que predica él. Un ejemplo de esta inversión de los roles habituales lo encontramos en gestos como el que siempre pague ella -el hotel, el restaurante…- o que David no consiga llegar al orgasmo.

Hay partes en el libro muy interesantes, como cuando David narra el noviazgo con su mujer, su enfermedad o la relación con sus suegros. Ese relato consigue atrapar al lector y le insufla ganas de seguir leyendo. Lo mismo sucede cuando David relata los avatares de la construcción de su obra, retratando fielmente el escritor los entresijos del mundo de la construcción a altos niveles. Lo que ocurre es que esas partes interesantes son solo pequeños nudos de interés y no resultan bastantes para que la lectura del libro deje huella.

Reinhardt escribe bien, se palpa su cultura y su compromiso e implicación en temas sociales, lo que unido a que anticipa en varias ocasiones el trágico desenlace creando curiosidad en el lector, son las únicas armas que hacen que no se abandone la lectura del libro, por momentos plúmbeo, cargado de excesiva verborrea sobre los mismos temas y de interminables disquisiciones que ralentizan y entorpecen la lectura.

El final del libro resulta inverosímil por rocambolesco, pero en definitiva no deja de ser una metáfora más: el triunfo de la moral de David frente al sistema predicado por Victoria.

El sistema Victoria es un libro complejo con múltiples reflexiones y frases laberínticas, a veces hipnóticas a veces tediosas -alabo la difícil tarea que ha debido tener el traductor de la novela- y que se deja leer (pero que nadie piense que va a ser de un tirón), con un trasunto político interesante y fielmente retratado; pero sus personajes no llegan, su historia no transmite y la sensación que queda tras su lectura es muy fría.


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