Jane y Prudence

A decir verdad, parecía que las mujeres tenian poco que hacer allí, aparte de observar los sombreros de las otras mujeres, porque sus voces apenas se dejaban oír. De vez en cuando Nicholas las interpelaba con alguna pregunta directa:" ¿Y qué opina usted, srta Doggett? Estoy seguro de que a todos nos gustaría conocer su opinión al respecto", pero como siempre que preguntaba eso se trataba de los impuestos derivados de la colecta de Semana Santa, un asunto en el que se esperaba que las mujeres tuvieran pocas cosas sensatas que decir, sus comentarios acababan cayendo en saco roto y se olvidaban enseguida, salvo que alguno de los hombres dijera algo que los hiciera parecer ridículos.

¿Que propósito podía albergar el destino al permitir ese amor peculiar entre Prudence y un joven tan anodino y gris como el que tenía delante? Aunque, por supuesto, recordó para sus adentros, eso era lo que volvía tan maravillosas a las mujeres; su amor y su imaginación eran los que transformaban en únicos a los seres más insustanciales

Uno se preguntaba si en verdad era mejor haber amado y olvidado que no haber amado nunca