No tienes por qué estar triste —me decía una y otra vez—. Tu vida comienza de cero, en una nueva ciudad, con tu mejor amiga. Lo que dejas atrás es sólo todo lo que perdiste.
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No tienes por qué estar triste —me decía una y otra vez—. Tu vida comienza de cero, en una nueva ciudad, con tu mejor amiga. Lo que dejas atrás es sólo todo lo que perdiste.
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Tenía que convencerme de una maldita vez de que, por mucho que lo quisiese yo, eso no significaba que él me fuera a querer a mí.
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Es el problema de enamorarse de alguien que sabes que te hará daño: aun sabiendo que no es bueno para ti, no puedes evitar necesitarlo.
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Quizá me estaba comportando como esas tontas enamoradas que ven lo que quieren ver y no lo que deberían. Esas cuyo novio es gay o putero o las dos cosas y encima las tratan como una mierda, pero ellas sólo son capaces de ver lo bueno y ahí están, al pie de cañón mientras su amor se tira a una drag queen llamada Furia Furibunda. ¿Y si yo era igual? ¿Y si me había convencido de que Sergio estaba dando pasos hacia una relación normal, que sentía algo por mí, y él sólo quería sexo?
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—Te echaré la culpa —sentenció sin remordimientos. Sonreí de nuevo y sé que él también lo hizo—. El caso es que, ya que estoy aquí, he decidido buscarte un buen chico para que te saque de paseo y charle contigo y así yo pueda follarte tranquilo.
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No hablábamos mucho y cualquier rastro de intimidad, aunque fuera un tímido intento por mi parte, era silenciado por su boca estrellándose contra la mía o con una embestida brutal que me llevaba de vuelta al paraíso. La manera en la que Sergio se relacionaba con las mujeres era el sexo. No por un trauma o algo parecido, como los protagonistas de las novelas románticas, sino porque él había elegido ser así. Yo no podía evitar que eso me resultase atractivo.
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Siempre envidié su inteligencia emocional, la capacidad que tiene para aislar lo que no le gusta, no quiere o le hace daño. Me pregunto en qué categoría de esas tres estoy yo.
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Qué bien sabía, maldita sea... pero estábamos intentando mantener una conversación. —Sergio —protesté contra su boca—, estoy tratando de contarte... —Y yo estoy tratando de hacer otra cosa —me interrumpió—, y te aseguro que lo mío es mucho más divertido. |
Ese «hasta luego, señorita Martín» se convirtió en el trending topic de mi vida. Lo repetí hasta la saciedad mientras tomaba unas cervezas con las chicas en el O’Donell. Lo pensé y lo repensé antes de irme a dormir. La conclusión a la que llegaba siempre era la misma: se me estaba yendo un poco la cabeza y era drástico y urgente que dejase de fantasear con él. Si no, corría el riesgo de que un día dijese algo como «señorita Martín, tráigame los informes de contratación del mes pasado» y yo me presentase en lencería en su despacho, convirtiéndome en la primera empleada a la que despidiesen por acoso al jefe y no al revés.
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Gregorio Samsa es un ...