El hombre que mató a Antía Morgade

Con solo cinco libros, Arantza Portabales se ha convertido en una de mis autoras favoritas de novela negra en español. Bueno, de novela en general, porque su “Deje su mensaje después de la señal” es una auténtica joya que no puedo dejar de recomendar. En “El hombre que mató a Antía Morgade” retoma la serie protagonizada por el Inspector Santiago Abad y la Subinspectora Ana Barroso, haciendo en esta tercera entrega un claro homenaje a una de las novelas más conocidas de Agatha Christie.

Después de años sin verse seis amigos se reúnen para cenar en una terraza de Santiago de Compostela. Tras los postres, y durante los fuegos artificiales por la festividad del Apóstol, un disparo a bocajarro acabará con la vida de uno de ellos. Las claves para resolver el caso se encontrarán en su pasado, cuando siendo adolescentes convivieron en un piso de menores tutelados, y en la muerte de Antía Morgade, la séptima integrante del grupo, y cuya muerte 20 años atrás sigue estando muy presente en sus vidas.

Una vez más, Arantza Portabales ofrece una historia de esas que resulta difícil soltar. Una narración directa, con un estilo claro y conciso, y capítulos cortos que se centran en lo importante, alejándose de descripciones innecesarias (quizás debido a que viene del mundo del microrrelato donde cada palabra cuenta) hacen que la lectura sea súper fluida (¡que me lo digan a mí que leí 300 páginas del tirón!).

Se nota una clara evolución en los personajes de Abad y Barroso. Aunque se puede leer de forma independiente, su relación se viene desarrollando desde la primera entrega de la serie, “Belleza roja”, por lo que si queréis entender todos los matices de su turbulenta historia es recomendable empezar por el principio.

Abad y Barroso siguen a vueltas con una relación en la que, a pesar de que ambos se encuentran girando en la misma órbita, nunca llegan a confluir en ese punto que permitiría que su relación saliese adelante. Ambos personajes se mueven en esa escala de grises que hace que resulten más humanos, pudiendo llegar empatizar con ellos (sobre todo Santi) a pesar de algunos de sus actos sean absolutamente condenables.

A pesar de su tormentosa relación personal, en lo profesional siempre han funcionado como una máquina bien engrasada, pero la nueva situación personal de Ana y el pasado de Santi con alguno de los sospechosos, amenazarán con mandar al traste también su buen hacer en el trabajo.

A través de los personajes que forman ese grupo de amigos se exploran temas como la culpa, culpa por aquello que hicimos y por aquello que estuvo en nuestra mano hacer y preferimos ignorar; el dolor de una pérdida, el duelo y las diferentes formas de enfrentarse a él, podemos elegir seguir anclados en ese dolor o podemos dejarlo ir para permitirnos avanzar; o la indefensión en que se encuentran muchas veces los menores tutelados y cómo el sistema falla en ocasiones a aquellos que más lo necesitan.

La muerte está presente a lo largo de toda la historia, sobrevolando a todos los personajes. Ese miedo a que pueda llegarles en cualquier momento es palpable durante la lectura, mostrando cómo puede llegar a bloquearte, no dejándote hacer nada más que esperar a que te alcance, o cómo puede hacerte coger el toro por los cuernos, aún a riesgo de equivocarte en tus acciones.

Una vez finalizado, el título “El hombre que mató a Antía Morgade”, no puede parecerme más acertado. ¿Es ese hombre al que alude el título el responsable único de su muerte? ¿o es más bien un caso de “entre todos la mataron y ella sola se murió”? Más allá de lo entretenido que me ha resultado el misterio, con lo que me quedo es con cómo la historia hace mirar a sus personajes hacia dentro, para tratar de reconocer el impacto que sus actos (ya sean por acción u omisión) pudieron tener en la muerte de Antía. Porque siempre es más fácil buscar culpables que asumir los propios errores, aunque joda reconocerlo.

No sé si lo próximo que publicará Arantza será un nuevo caso de Abad y Barroso, pero tampoco me preocupa mucho porque, escriba lo que escriba, voy a estar ahí para leerlo.