De 1949 a 2008, veintidós capítulos en orden cronológico, numerosas fotografías inéditas, un libro a dos voces porque su autor, Gabriel Porras, ordena y transcribe la palabra de González Vergel fruto de sus numerosas conversaciones en lo que es una biografía teatral, un recorrido por la trayectoria de quien concebía al director escénico como un creador, un recreador de un texto dramático sin alterar su esencia pero filtrado de manera coherente en función de una estética personal. Influido por las direcciones escénicas de Pérez de la Osa, Luca de Tena y Luis Escobar, de los que cuales se distancia, Vergel entiende la puesta en escena no como una mera orquestación, sino como una reflexión personal de un texto dramático mediante el cual se establece un compromiso ético y una personal visión de la sociedad. El libro recoge una serie de “premisas” para todo director teatral, en las que se insiste en la importancia de “desentrañar el verdadero sentido dramático de la obra” y en la priorización del mensaje dramático, ya que el director no debe ser “un simple armonizador” ni un coordinador, sino un meteur, porque su trabajo es “una toma de conciencia, una participación creadora”. Vergel no concibe un espectáculo sin el “armazón esencial que lo sustenta”, la emoción estética y el citado compromiso ético. Desde estos dos pilares, el director “necesita introducir una deformación coherente del texto dramático que, por su carácter abierto, permite el uso de un lenguaje personal sin el cual no habría reconversión ni deformación coherente y tampoco imagen del mundo; por consiguiente, el estilo se podría definir como un medio para recrear el mundo, pero de acuerdo con los valores del hombre que lo descubre”.
+ Leer más |