-Cada quien llama barbarie a aquello que le resulta ajeno.
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-Cada quien llama barbarie a aquello que le resulta ajeno.
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Todas las ciudades pequeñas y remotas tienen una peculiaridad: los cotilleos aquí se propagan más rápido que las señales de dolor por la médula espinal.
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Sabe qué pasa, en la URSS cualquiera que empieza a trabajar con la memoria en primer lugar se topa con resistencia.
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Ella estaba convencida de que, en realidad, no escogemos casi nada. No escogemos nuestro cuerpo. No escogemos el carácter. No escogemos la composición química del cerebro. No escogemos dónde nacer. Y lo más importante, no escogemos a los padres. Esto último era lo que más la torturaba.
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Si comenzamos a tachar de la historia a los personajes dudosos, nos quedaremos sin historia.
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En cuanto a las clases de interpretación, las veía como una suerte de terapia, un intento de hacer las paces con su propio cuerpo, hablar su mismo idioma. En el cuerpo pensaba cada día y cada día trataba de quererlo. Lo de quererse de pies a cabeza era imposible, por mucho que se esforzase, por lo que decidió que, para empezar, intentaría aprender a querer partes sueltas de sí misma y después, si había suerte, las ensamblaría en un todo.
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Todos mis alumnos se estudian unos a otros, es parte del proceso formativo. Incluso tenemos seminarios en los que discutimos hasta qué punto es eso ético: convertir a tus seres queridos, o a tus colegas, o a tus alumnos en material de investigación. O artístico. Esos seres queridos te dejan entrar en sus vidas y tú les robas su privacidad y la conviertes en texto, en un trabajo académico. Los utilizas. Por otro lado, ¿qué le vamos a hacer si la privacidad ajena es el mejor material para crear algo nuevo? A lo que sigue una buena tira de preguntas incómodas: coger sin permiso un fragmento de la vida de alguien, interpretarlo y firmarlo con tu nombre ¿es ruin? Y si lo hago, ¿significa eso que soy un ser ruin?
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Gregorio Samsa es un ...