Arrecife de Alekséi Poliárinov
Ella estaba convencida de que, en realidad, no escogemos casi nada. No escogemos nuestro cuerpo. No escogemos el carácter. No escogemos la composición química del cerebro. No escogemos dónde nacer. Y lo más importante, no escogemos a los padres. Esto último era lo que más la torturaba.
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