En el Mercado Central, sucursal en mi ciudad de la Sede de Satán con todas sus tentaciones, me aguardaba al día siguiente una sorpresa.
|
En el Mercado Central, sucursal en mi ciudad de la Sede de Satán con todas sus tentaciones, me aguardaba al día siguiente una sorpresa.
|
Esto les pasaba por no leer y por creer que, no leyendo, se puede saber las cosas.
|
Hay que comer de todo, como dicen nuestras madres, pero con moderación.
|
No sé. Solo es uno de tantos deseos que se tienen a lo largo del día. Desear es, en sí, un placer del que no hay que privarse, como dijo André Gide o no sé quién.
|
Muy bien, corazón. Hay que mantener el karma limpio de las máculas del pasado, que, en definitiva, como bien sabía Jung, son nocivas. Ha sido una hermosa, aunque pequeña, psicomagia a lo Jodorowsky.
|
Entraba yo en el Mercado Central uno de estos días de otoño veraniego, en los que apetece dar un paseo a caballo por los dominios de algún pariente aristócrata, cuando casi choco con una conocida que venía en sentido contrario cargada de bolsas blancas no reutilizables.
|
O quizá es que los despistados nos volvemos invisibles en ocasiones, a causa de algún pliegue en la cuarta dimensión.
|
Como cada vez que nos veíamos, rememoramos los días de nuestra niñez, con el placer de quien todavía tiene algo siniestro que compartir.
|
Casi me atropella el cabrón, digo el camión.
|
Será que voy cumpliendo años para atrás gracias a mi pacto con Lucifer.
|
¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?