Yo amo la muerte. Alguien ha dicho de mí que soy una mariposa revoloteando sobre cadáveres. Mi misma muerte, si pienso en ella, me resulta simpática; puedo mirarla a los ojos y jugar con ella al ajedrez.
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Yo amo la muerte. Alguien ha dicho de mí que soy una mariposa revoloteando sobre cadáveres. Mi misma muerte, si pienso en ella, me resulta simpática; puedo mirarla a los ojos y jugar con ella al ajedrez.
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Pero no hay que fiarse todo el rato de las palabras, pues tras la descripción de un personaje de pulp, sobre todo femenino, puede esconderse un pulpo auténtico.
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Usted tiene en su interior un palacio cien veces mayor que este, construido por titanes.
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Nos amábamos como una pareja de cisnes; él, el blanco, y yo, el negro. No teníamos hijos. Él no los echaba de menos y yo consideraba la maternidad una opción, no una obligación
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No estoy ni estaba loca, sólo enferma y encerrada en mi propia cabeza, con su jaleo de humores, neurotransmisores y biomoléculas en guerrilla.
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En Astipalea olía a mar, a flores, a sudor de dioses y a droguería de barrio, y los tomates sabían a tomate de tomatera.
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Pero en lo mío no había alucinación ni juego literario, yo veía cosas reales aunque con otros ojos, quizá distintos de los tuyo.
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¿En que trabaja Kote?