Fue la propia Layla quien me lo contó: que de pequeñas tenían un juego de muñecas rusas, de esas que se meten unas dentro de otras, y un día la más chiquitita del de Ellen desapareció. Ella acusó a Layla de habérsela robado, pero Layla lo negó, y nunca la encontraron. Ahora, trece años después de conocer la historia, me sorprende la paradoja, porque, igual que la muñequita de Ellen, Layla desapareció y jamás la encontraron. |